Durante las últimas semanas el fantasma del secuestro a manos de las guerrillas ha vuelto a la palestra internacional, luego de que el viernes asesinaran a tres integrantes de un equipo periodístico raptado en la frontera de Ecuador con Colombia.
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Este martes el tema cobró más relevancia después de que se confirmara el secuestro de una pareja ecuatoriana a manos del frente Oliver Sinisterra, un grupo disidente de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc).
Según datos del estudio “Una Sociedad Secuestrada” del Centro Nacional de Memoria Histórica de Colombia, entre 1970 y 2010 las Farc, principales exponentes de esta práctica, estuvieron involucradas como autores presuntos en 9.447 raptos y 3.325 hechos como autores confirmados.
Este delito se ha trasformado en “uno de los sellos distintivos de la guerra en Colombia”. Su mayor magnitud se desarrolló entre los años 70 y los 80, pero, como podemos ver, hasta el día de hoy es un recurso muy utilizado.
De acuerdo al texto, esta “técnica de negociación” comenzó en los 70 como un delito económico menor, pero “los delincuentes lograron identificar las rentabilidades del negocio y empezaron un proceso de aprendizaje y perfeccionamiento de las estrategias que llevó al país (Colombia) a contabilizar 3.547 personas plagiadas en el año 2000, un promedio diario de 9 secuestros”.
Motivaciones
La principal motivación es del tipo económica. “Un 84% de los raptos perpetrados entre 1970 y 2010 fueron extorsivos, en los cuales se pretende obtener algún tipo de provecho económico a cambio de la liberación de la persona plagiada”, explican.
El segundo origen de este delito, no menos importante, radica en el poder político de negociación que otorga un secuestro. Es “un insumo para presionar al Gobierno con la finalidad de consolidar un intercambio de secuestrados por guerrilleros recluidos en las cárceles”, establecen.
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Generalmente esta estrategia es utilizada cuando los grupos insurrectos se ven amenazados o acorralados de cierta manera, para tener una herramienta de negociación y/o escape.
La particularidad que tiene este tipo de delito realizado por las guerrillas como las Farc es que no sólo las élites económicas y políticas se ven amenazadas, sino que también las personas comunes y corrientes, como ocurre con la pareja ecuatoriana.
Etapas del secuestro
Según evidencia el libro, sea del tamaño que sea la organización delictual, un secuestro tiene nueve etapas o funciones delimitadas.
«La estructuración de una clara cadena de valor con etapas, procesos y roles definidos, es lo que le permite a las organizaciones al margen de la ley perfeccionar sus actividades y dar un salto cualitativo de hechos aislados de delincuentes comunes a la consolidación de una industria», escribe el libro.
Las etapas son: inteligencia (autor intelectual), levante, traslado, estabilización, negociación, pago del rescate, lavado de activos, liberación y coartadas judiciales.