Cuando alguien está con problemas de plata termina endeudándose con todos. Algo parecido le está pasando a Argentina, ya que luego de iniciar las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI), también pidió ayuda del l Banco Mundial (BM), al Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y al Banco de Desarrollo de América Latina (CAF por su antiguo nombre).
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Así lo informó a última hora de este jueves el ministro de Finanzas trasandino, Luis Caputo. «Todos se comprometieron a participar también del financiamiento que está negociando el Gobierno», señaló a Infobae.
Si bien desde que se comenzó a conversar con el FMI no se ha transparentado la cifra que está buscando el gobierno argentino, analistas hablan de una suma cercana a los US$30.000 millones.
Malos recuerdos
Cabe recordar que cuando Macri asumió la presidencia de Argentina en 2015, retiró el control de divisas y otras distorsiones económicas y ordenó al gobierno publicar estadísticas fidedignas, datos que el FMI y los analistas locales habían cuestionado durante los gobiernos de sus predecesores.
A su vez, y desde el principio, el mandatario dijo que se requerían medidas de austeridad graduales para reanimar la vapuleada economía. Redujo la burocracia e intentó disminuir el déficit presupuestario del gobierno al ordenar recortes de puestos de trabajo y de subsidios a las empresas de servicios públicos, lo que provocó protestas de los trabajadores.
Cuando su coalición Cambiemos se apuntó un triunfo en los comicios de medio período, Macri dijo que procuraría cambios aún más profundos en las normas fiscales y laborales. Pero los argentinos siguieron perdiendo poder adquisitivo a consecuencia de la elevada inflación y muchos se sintieron frustrados por las subidas en el combustible y el transporte público.
Por mucho tiempo el país trasandino ha tenido una de las mayores tasas inflacionarias del mundo. Macri prometió bajar los precios, que ascendieron hasta un 40% anual bajo el gobierno de su predecesora de centroizquierda Cristina Fernández.
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Entonces, las autoridades anunciaron en diciembre un incremento en la meta inflacionaria, lo que provocó que los inversionistas comenzaran a dudar de este compromiso.
Esto se sumó a que el peso argentino perdió terreno frente al dólar luego de que el alza en las tasas de interés estadounidenses atrajo a los inversionistas para que sacaran su dinero de Argentina y lo colocaran en Estados Unidos. Eso provocó nerviosismo entre los argentinos que, desde la crisis de 2001, están acostumbrados a acumular dólares como protección. El gobierno de Macri se vio obligado a imponer tres alzas en las tasas de interés y a incrementar los esfuerzos para disminuir el déficit fiscal.
Pero para salir de este problema, el gobierno ahora recurre al FMI, lo que no trae buenos recuerdos a los vecinos del otro lado de la cordillera.
El prestamista internacional ha admitido que cometió una serie de errores que contribuyeron a la implosión de la economía argentina en 2001. Un reporte elaborado en 2004 por el departamento de auditoría interna del FMI concluyó que no proporcionó suficiente supervisión, sobrestimó el crecimiento y el éxito de las reformas económicas, y siguió prestando dinero a Buenos Aires cuando la deuda se volvió insostenible.
«El FMI no presionó a las autoridades para un cambio fundamental en el régimen político y en diciembre de 2001 cortó efectivamente el apoyo financiero a Argentina», señaló el informe.
Sin el respaldo del FMI, el gobierno se vio obligado a declarar el mayor impago de deuda soberana de la historia.
Muchos argentinos siguen culpando al FMI por sus enormes y permisivos préstamos que llevaron a la devaluación del peso y al impago de la deuda.
“Es muy triste”, dijo Soledad Patane, una estudiante universitaria de 29 en Buenos Aires. “Lo que se hace después de mucho tiempo es endeudar un país hasta que no se pueda pagar esa deuda, entonces ese país pasa a ser una colonia indirecta de los que nos siguen prestando la plata”.