Luis Concepción mira para todos lados, fuma una y otra vez y mueve el cigarrillo con cierto nerviosismo entre sus dedos.
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Dice que está preocupado. El dispositivo de ubicación satelital del grillete electrónico que lleva hace más de tres años se está quedando sin batería.
Si se apaga, le sonará una alerta a la policía y podrían interpretarlo como una violación a la ley.
Cada barra de carga menos es una posibilidad de volver a la cárcel, donde ya pasó ocho años acusado de abusar de su ahijada, una menor de 7, sobrina de quien entonces era su esposa.
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Pero allí, en la esquina de una calle en el norte de Miami donde vive, debajo de una carpa, entre latas de conserva, envases vacíos y desechos, no tiene cómo conectarlo ahora.