Las imágenes de la comuna de Petorca con su río seco y de la Laguna de Aculeo sin agua son las últimas postales de una falta de lluvias que afecta a nuestro país desde el año 2010, condición que se extiende por gran parte del territorio nacional, desde la región de Coquimbo hasta la de Los Ríos.
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Actualmente se habla de hasta un 96 por ciento de déficit en la Región Metropolitana, donde -según una medición histórica de los últimos 50 años- debería caer como media 40 milímetros, en circunstancias que a la fecha han precipitado sólo 2 o 3 milímetros. Esta situación se replica en más de 60 comunas que hasta febrero del presente año presentan escasez hídrica, un número que podría aumentar en el futuro próximo.
Frente a este escenario, tres académicos e investigadores de la Universidad de Chile, exploran las razones de esta prolongada sequía y algunas medidas que podrían ayudarnos a enfrentarla.
¿Qué es la megasequía?
Desde el año 2010, gran parte de la zona norte, central y centro sur de Chile vive lo que se ha denominado como «megasequía», un fenómeno caracterizado por una persistente disminución de las precipitaciones. Así lo afirmó Pilar Barría, académica de la Facultad de Ciencias Forestales y de la Conservación de la Naturaleza y experta en proyecciones hidroclimáticas y modelación hidrológica.
Barría aseguró que «se habla de este evento extraordinario, ya que son muchos años seguidos en los que las precipitaciones se han mantenido bajo la media, pero además en un territorio muy extenso». Sin embargo, señala que no será hasta junio, cuando debería comenzar la temporada más lluviosa, «que se podrá ver si efectivamente este invierno mantendrá la tendencia de la sequía».
En una línea similar el investigador del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR2) de la Universidad de Chile, Juan Pablo Boisier, explicó que la importancia de este fenómeno no reside en su magnitud anual sino en su persistencia. «Hemos hecho incluso estudios con anillos de árboles para analizar otros escenarios de déficit de precipitaciones en la zona central, y lo que muestran es que la situación actual no tiene parangón incluso remontándonos a mil años atrás», afirmó.
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En este sentido, el investigador aseguró que se encuentran sorprendidos por la extensión en el tiempo del fenómeno, y que si bien es demasiado pronto para asumir esta sequía como la nueva realidad climática del país, ya que ello implicaría un cambio radical en muy poco tiempo, «si puede ser una especie de sinopsis de la situación que podemos vivir a mediados o fines de este siglo».
¿A qué se debe la megasequía?
Entre las razones que explican este nuevo escenario se encuentran factores naturales y también otros atribuibles a la acción del ser humano. De esta forma, Juan Pablo Boisier planteó que sólo una parte de esta megasequía se debe al cambio climático y a los gases de efecto invernadero, ya que también inciden en este presente la combinación con fenómenos naturales.
«Entre los agentes que participan de esta situación se cuentan los gases de efecto invernadero, que podrían explicar un tercio o un 25 por ciento quizás de la magnitud de esta sequía, y la alta variabilidad natural que se da en esta región por fenómenos como El Niño o la Oscilación Decenal del Pacífico, que es similar a El Niño pero que funciona a escalas de 30 o 40 años, que podrían explicar otro tercio de esta tendencia, quedando un porcentaje que no sabemos de dónde viene o que no se explica por estos fenómenos», afirmó Boisier.
El investigador del CR2 agregó, además, que debido a los efectos del cambio climático se ha generado una menor frecuencia de frentes de mal tiempo, que termina desplazando hacia más al sur la «ruta de las tormentas, por lo que incluso podemos esperar que en la zona de Punta Arenas aumenten las precipitaciones».
¿Qué factores locales generan la escasez hídrica actual?
La profesora Barría aseguró que la actual situación de estrés hídrico no se debe sólo a factores naturales o externos, sino que también a «la oferta hídrica, marcada por una disminución de las precipitaciones que se proyecta que siga en la misma tendencia por el cambio climático, y a la demanda, en donde al no haber un buen manejo integrado de las cuencas produce situaciones como las de Petorca o Aculeo».
Al respecto, el profesor Pablo García-Chevesich, experto en hidrología y manejo de cuencas de la FCFCN, expresó que uno de los grandes problemas reside en la planeación territorial, que ignora la disponibilidad de los recursos hídricos. «Estamos asignando usos de la tierra a cultivos de altísima demanda hídrica en zonas donde el agua escasea. Lamentablemente, la respuesta de los productores ha sido profundizar los pozos, lo que seca los acuíferos, secando otros pozos y norias», explicó.
Lamentablemente, el académico alertó que esta medida sólo agrava la crisis, ya que comienza a extraerse agua de acuíferos fósiles, que se han cargado con precipitaciones de miles de años atrás, lo que significa que se ven afectadas reservas hídricas del país que deberían protegerse para las futuras generaciones. «De esta manera, lo único que se va a lograr será terminar con el agua disponible para el país en caso de alguna emergencia, por lo que es urgente desarrollar formas sustentables de agricultura», alertó.
Cambio cultural y protección de cuencas: posibles medidas para enfrentar sequía
Entre las medidas que el profesor García plantea, se encuentran la aplicación de nuevas tecnologías para el uso eficiente del agua mediante riego tecnificado y el uso de geles, que pueden llegar a ahorrar hasta un 90 por ciento en el riego; una planeación territorial que permita definir el tipo de cultivo adecuado para el agua disponible en cada cuenca; y proteger las aguas fósiles mediante la importación de aguas a las cuencas que tengan escasez.
Sobre este último punto, habría al menos dos opciones: el proyecto de carretera hídrica propuesto por el gobierno, a través de un tubo bajo el océano, y la inyección de agua mediante la desalinización. El académico de la FCFCN explicó que la primera alternativa «implica un gasto de 20 mil millones de dólares que vamos a estar pagando durante mucho tiempo, pero sólo tendrá una vida útil de 50 años. Por eso, no sólo no es una solución a largo plazo, sino que además dañará los ecosistemas del sur, que también están sufriendo el derretimiento de sus glaciares».
Por lo mismo, el académico aseguró que, de acuerdo a la experiencia internacional, «la desalación es la mejor solución, tal como se está haciendo en California, ya que es más barato. Esto representa una inversión más estable, con máquinas desaladoras que se instalan a medida que se va necesitando, variando si es para el consumo humano, la agricultura o la minería».
Junto con ello, Barría remarcó la necesidad de avanzar hacia una gestión integral de las cuencas, junto a una mayor «vigilancia sobre el tratamiento de derechos de agua, que nos asegure que cada persona o empresa esté utilizando los derechos de agua que tienen otorgados. Junto con ello, hay que empezar a cambiar la mentalidad sobre cómo usar el agua, qué se puede plantar y cultivar y qué no. Si vamos a regar, que no sea en las horas de más luz».
Además, la académica finalizó destacando que «la educación y la cultura del agua es muy importante. Hay que conocer el problema que estamos enfrentando, valorar más el agua no sólo para nosotros, sino también a nivel ecosistémico. Para ello la educación es fundamental, junto a una buena regulación y una adecuada gestión integrada de las cuencas, de manera de alcanzar una situación que resguarde nuestros recursos hídricos».