El mundo se está quedando sin arena.
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Loco ¿verdad? Literalmente tenemos toneladas en playas, desiertos y bajo el océano, pero lo estamos usando más rápido de lo que el planeta puede producir.
Usamos arena mucho más de lo que esperabas. En todo el mundo, unos 50 mil millones de toneladas de arena cada año. Eso es el doble de la cantidad producida por cada río en el mundo.
Después del aire y el agua, la arena es nuestro recurso natural más utilizado. Lo usamos incluso más que el petróleo.
Se usa para hacer comida, vino, pasta de dientes, vidrio, chips de computadora, implantes mamarios, cosméticos, papel, pintura, plásticos.
El rápido crecimiento urbano del planeta ha convertido este material humilde en un bien escaso. Su sobreexplotación tiene efectos ambientales devastadores.
Su principal uso es la construcción, que consume una cuarta parte de la arena del planeta. Debido a los granos angulares y desiguales de la arena de playa, esta se adhiere mejor al hacer cemento; de ahí que el boom inmobiliario devore cantidades ingentes de este recurso. La escasa regulación en muchos países alienta la presencia de redes mafiosas.
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A principios de la década de 2000, el comercio ilegal de arena en Indonesia llegó a una situación tan extrema que el país empezó a perder territorio. Hoy día, unas 25 islas ya han desaparecido, y con ellas, sus playas.
Tan deseable es la arena que alrededor del mundo están apareciendo vendedores en los portales de compra más importantes que la ofrecen en subasta. A más icónica, famosa y recóndita sea la playa, más vale su “polvo dorado”.