En 2012 la profesora de inglés y decana de la facultad de Educación de la Universidad de los Andes, Pelusa Orellana, se mostró preocupada ante los últimos resultados de las pruebas SIMCE aplicadas a alumnos de cuarto básico, los que revelaron bajos niveles de comprensión lectora en los estudiantes. Inmediatamente se cuestionó qué se podía hacer para mejorar la situación desde su rol como educadora. Y no tardó tiempo en dar con una idea.
PUBLICIDAD
“Pensé en la dificultad de tantos profesores que tienen salas con 40 alumnos, lo que hace muy difícil la detección de falencias como esta”, cuenta Orellana, quien explica que quería poner su conocimiento adquirido en varias investigaciones al servicio de la comunidad, aunque no sabía cómo hacerlo.
Le comentó la inquietud a una profesora amiga y ese fue el puntapié inicial. Diseñaron un proyecto que mezclaba el desarrollo de tecnología, softwares para profesores y programas virtuales que facilitaban la lectura para alumnos. Al poco andar, se unieron a más investigadores expertos en el tema y terminaron postulando a un fondo de Corfo, el cual se adjudicaron. “Fue todo súper rápido. Redactamos el documento, explicamos nuestra idea y nos dieron los recursos al tiro”, afirma Orellana.
De ahí el proceso no ha parado. Al año siguiente, la empresa estadounidense “Metamatrix” decidió auspiciar su proyecto, reformularon algunas ideas y se dedicaron a elaborar una plataforma que permitiera detectar las falencias de los estudiantes durante la comprensión lectora, de modo que los educadores supieran dónde atacar. “Comenzamos a probar el software en colegios con niños de varios niveles, y la recepción fue súper positiva. Estaba dando resultados y los profesores agradecían la idea”, señala Orellana.
La expansión definitiva
En 2015, el equipo de de esta educadora –que ahora también incluía a la empresa Colegium– se adjudicó un segundo fondo de Corfo, lo que le permitió extender su idea por más de 80 colegios. Para 2017, ya habían realizado cerca de 23 mil pruebas con estudiantes de todo Chile y habían logrado distribuir software -que se utiliza en tablets y computadoras- en varias escuelas. El siguiente paso era claro para Orellana.
“Ahora estamos trabajando para exportar la idea a otros países de América Latina. Queremos impactar en los estándares de aprendizaje, de forma que los niños puedan aprender mejor y los profesores puedan planificarse de manera oportuna. Esa es nuestra meta hacia adelante”, dice entusiasmada.