Estaba en desarrollo la guerra civil Rusa y el último zar, Nicolás II, permanecía recluido junto a su familia en Ekaterimburgo, una ciudad ubicada al centro oeste del gigantesco país. La familia imperial estaba manos del Ejército Rojo.
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Nicolás II (50), quien había abdicado en 1917 en medio de una profunda crisis social y política gatillada por su incapacidad de mejorar las condiciones de vida de los rusos y por mantener al país en una sangrienta guerra, vivía prisionero en la llamada casa Ipatiev junto a su esposa, la zarina Alejandra (46), y sus hijos, el zarevich Aleksei (13), y las gran duquesas Olga (22), Tatiana (21), Maria (19) y Anastasia (17).
La intención de los bolcheviques era juzgar a la familia real por las muertes durante la represión en los últimos años del zarismo y por los caídos rusos en la Primera Guerra Mundial. Pero esta intención tuvo un sangriento giro.
A mediados de julio de 1918, una arremetida del Ejército Blanco (bando anticomunista que reunía fuerzas monárquicas y liberales) amenazaba con tomar Ekaterimburgo.
Los Romanov no podían caer en las manos de los Blancos. Fue así como los comunistas decidieron poner fin a la familia real. El comisario del Soviet de los Urales, Yakov Yurovski, determinó la muerte de todos.
Así fue el asesinato
En la noche del 17 de julio de 1918, la familia imperial se le ordenó levantarse y reunirse en una pequeña sala de 6 por 5 metros. Sus captores les comunicaron que posarían para una fotografía antes de ser trasladados a un lugar seguro, frente a la arremetida del Ejército Blanco.
En la pequeña habitación se reunieron los zares, sus hijos, una criada, los cocineros y el médico de la familia en la pequeña habitación. La zarina de inmediato exigió tres sillas para ella, su marido y el pequeño heredero. Los soldados bolcheviques respondieron la demanda de Alejandra y trajeron más de tres sillas.
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El zar se sentó junto a su esposa y colocó a su heredero de 13 años sobre las piernas, mientras que las duquesas se sentaron atrás. Los criados y el médico se ubicaron a los costados.
La familia estaba lista para la foto, pero nunca aparecieron las cámaras. En cambio si ingresaron 17 soldados junto a Yurovski, quien sin más leyó la siguiente orden del Soviet de los Urales: “Nikolai Aleksandrovich, en vista del hecho de que tus parientes continúa con su ataque a la Rusia Soviética, el Comité Ejecutivo de los Urales ha decidido ejecutarte”.
Nicolás II alcanzó a gritar “¡Qué!” dos veces antes de que el mismo Yurovski le dispara en la cabeza. La zarina trató de persignarse, pero no alcanzó, cuando recibió un disparo en la boca, de Yurovski. El líder comunista siguió con el zarevich a quien también disparó.
El resto del pelotón abrió nutrido fuego contra el resto de la familia. Olga murió de inmediato de un tiro en la cabeza, pero Tatiana, María y Anastasia fueron rematadas a bayoneta, dado que sobrevivieron a los disparos, principalmente por la gran cantidad de diamantes y joyas que traían ocultos en sus cuerpos.
Aleksei tampoco falleció en el primer tiro que sufrió en la cabeza, así que fue rematado con un segundo disparo detrás de la oreja.
Este fue el comunicado oficial del asesinato:
“Decisión del Presídium del Sóviet de Diputados de Obreros, Campesinos y Guardias Rojos de los Urales: En vista del hecho de que bandas checoslovacas amenazan la capital roja de los Urales, Ekaterimburgo, que el verdugo coronado podía escapar al tribunal del pueblo, el Presídium del Comité Divisional, cumpliendo con la voluntad del pueblo, ha decidido que el ex zar Nicolás Románov, culpable ante el pueblo de innumerables crímenes sangrientos, sea fusilado”.