Apenas un puñado de casas siguen en pie en Keswick, una pequeña localidad residencial del norte de California consumida por un incendio descontrolado.
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El aire impregnado de humo y productos químicos se vuelve irrespirable. Los escombros están demasiado calientes para removerlos. El incendio Carr, todavía descontrolado, provocó tal destrucción en el condado de Shasta que es difícil determinar cuántas viviendas había.
Las autoridades dijeron que el incendio destruyó al menos 500 inmuebles. Previamente pasó por la localidad histórica de Shasta y arrasó viviendas en Redding, una ciudad de 92.000 habitantes 160 kilómetros al sur del límite con Oregón.
Unas 37.000 personas seguían evacuadas. El incendio de 194 kilómetros cuadrados (75 millas cuadradas), contenido en apenas un 5%, amenazaba otras 5.000 viviendas.
Miles de personas huían en medio de la lluvia de brasas antes de que los muros de llamas descendieran de las colinas boscosas. Dos torbellinos de llamas derribaron árboles, arrasaron con los equipos para combatir incendios y se llevaron “todo lo que encontraron en su camino”, dijo Scott McLean, vocero de Cal Fire, la agencia responsable de combatir los incendios forestales.
El avance de las llamas era tan veloz que los bomberos tuvieron que dejar de combatir las llamas para ayudar a la gente a escapar. Dos bomberos murieron: el inspector Jeremy Stoke, de Redding, y un operador de buldócer cuyo nombre no fue dado a conocer de inmediato.