- Periodista especializado en cine, programador de Sanfic y comentarista en Radio Cooperativa.
Además de su destacada trayectoria teatral que incluye hitos como su participación en el elenco original de la ya clásica “La negra Ester”, y sus logros televisivos como director en “Geografía del deseo” y en la entrañable “Los 80”, Boris Quercia ha tenido también una positiva recepción en sus incursiones literarias, pero es su carrera como cineasta la que ha presentado un desarrollo más particular. Desde sus interesantes inicios con cortometrajes en los años 90, su atractivo debut en el largometraje en 2000 con “L.S.D.” y su taquillero suceso en 2003 con “Sexo con amor”, la trayectoria fílmica que estaba desarrollando parecía ir en ascenso, pero en 2006 los resultados no fueron tan satisfactorios con “El rey de los huevones”, y su regreso tras las cámaras más de una década después, “¿Cómo andamos por casa?”, pese que en términos generales debería “funcionar” a nivel masivo, se puede percibir como un descenso en más de un aspecto.
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De cierta manera, podría decirse que a Quercia le ha pasado un poco lo que le sucedió a otros cineastas chilenos que se lucieron en décadas pasadas y luego de un tiempo han regresado en los últimos años con nuevas producciones: Justiniano, Graef-Marino, Lübbert e incluso Caiozzi en “…y de pronto el amanecer” han seguido siendo muy fieles al cine que saben hacer, lo que por un lado es totalmente válido, representa una saludable continuidad y puede resaltar en más de un aspecto, pero por otro, también puede dificultarles sintonizar con el Chile de hoy, con el cine que desde la década pasada ha estado destacando continuamente más allá de las fronteras locales, y en definitiva, con el propio público actual.
“Sexo con amor” no era una obra maestra ni mucho menos, pero no se puede negar que era una comedia efectiva, conseguía que el chileno promedio pudiera reírse de sí mismo y reconocer nuestros defectos e idiosincrasia. Con su historia centrada en una familia que se enfrenta a distintas vicisitudes que pueden dar un giro a sus existencias, “¿Cómo andamos por casa?” tiene potencial para entretener a una buena cantidad de espectadores, pero no logra llegar demasiado lejos. Puede ser el guión del propio Quercia, predecible y que no consigue esquivar los clichés y estereotipos, y cuyo humor no es precisamente sutil y nunca es demasiado efectivo (de hecho, unos cuantos chistes no parecen conectar muy bien con las actuales reivindicaciones femeninas); puede ser su estética y puesta en escena más cercana a una sitcom televisiva; puede ser lo plano de sus personajes, a los que falta relieve y desarrollo, por mucho que los actores hacen lo mejor posible por sacarlos adelante (incluso la siempre notable Amparo Noguera parece desaprovechada); puede ser el escaso vuelo de su mirada social, que a priori pudo ser uno de los aciertos del filme como radiografía del chileno de hoy. Al menos se agradece que tiene una duración moderada y un ritmo fluido, pero el conjunto se siente algo ingenuo, como de otros tiempos que quizá no son tan lejanos, pero claramente eran muy distintos.
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