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No las bombillas, son las colillas de cigarro las que más contaminan los mares

La lucha para cuidar los océanos del plástico se ha enfocado especialmente en las comunes pajillas, pero lo que más se recoge en las playas son los producidos por fumadores.

Probablemente has visto un video donde un grupo de personas extrae una bombilla de la nariz sangrante de una tortuga marina. El video nos muestra los efectos adversos que han tenido esos tubos plásticos tan comunes en la vida diaria. Pero según NBC News, las pajillas de refresco no son lo peor que tiramos al mar. El nuevo enemigo son las colillas de cigarros.

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Contaminación de las colillas

Los residuos producidos por fumadores son el producto más desechado del mundo. En 2017 se recogieron 2 millones y medio de colillas en playas, frente a 640.000 bombillas plásticas. Gizmodo afirma que cada año se fabrican 5.600 millones de cigarrillos con filtros de acetato de celulosa, un tipo de plástico que puede demorar 10 años -o más- en descomponerse.

Tras 32 años de recolección, las colillas de cigarro representan cerca de un tercio de los desechos recogidos de playas. Más que envoltorios plásticos, envases, tapas de botellas, cubiertos plásticos y botellas. Combinados.

Pero eso no es lo peor. Las colillas se desintegran en micro fibras sintéticas que contienen cientos de químicos usados en el proceso de producción de los cigarros. Éstos contaminan las aguas, afectando la salud de los peces. Y los suelos también reciben esa contaminación, por lo que los efectos nocivos pueden llegar hasta las personas y otros animales a través de los alimentos.

Producto inútil

Quizás se podría entender su uso si trajeran alguna utilidad a los consumidores. Pero no. Thomas Novotny es un profesor de salud pública en la Universidad de San Diego, y es categórico: «Está claro que los filtros no aportan ningún beneficio a la salud. Son solo una herramienta de marketing. Hacen que fumar sea más fácil».

Las compañías tabacaleras exploraron el uso de filtros a mediados del siglo XX como forma de mitigar las inquietudes por los efectos de fumar a la salud. Pero las investigaciones demostraron que no son capaces de controlar el paso de agentes cancerígenos al fumador. De ahí que Novotny diga que son solo una herramienta publicitaria.

Incluso las empresas productoras de cigarrillos han considerado el uso de filtros biodegradables y campañas de ceniceros portátiles, y así disminuir el efecto medioambiental de las colillas. La Compañía de Tabaco Natural de Santa Fe ha llegado a lanzar una iniciativa de reciclaje de filtros.

Pero académicos advierten un serio defecto en esas campañas: La mayoría de los fumadores sigue tirando sus colillas donde sea. Focus groups han revelado que varios consumidores asumen que los filtros son biodegradables, posiblemente hechos de algodón. Y que tirar la colilla al suelo es parte de la cultura del fumador.

Mervyn Witherspoon es un químico británico que trabajó para una de las mayores empresas productoras de filtros de acetato. Dijo que los esfuerzos de la compañía por encontrar soluciones biodegradables «iba y venía, porque nunca hubo presión por hacerlo».

Sin una legislación que obligue a las tabacaleras a ser más responsables con el medio ambiente, éstas se rigen por la demanda de los consumidores acostumbrados a usar los filtros de acetato que tanto contaminan.

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