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Sin derecho a existir: La lucha de una mujer sin nacionalidad

Mientras los movimientos feministas están en ebullición por conquistar sus derechos, hay personas que ni siquiera tienen el más básico: el derecho a tener identidad y a pertenecer al mundo.

 

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Imagínate no poder ir a la escuela, ni al médico, ni buscar un trabajo legal. Tampoco abrir una cuenta bancaria, comprar una casa, salir del país o casarte. En definitiva, imagínate no poder vivir tu vida.

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A aquellos que sufren de esta problemática se les denomina apátridas, personas a las que se les niega una nacionalidad y, al carecer de ella, se les despoja de sus derechos básicos. Ningún país los reconoce como ciudadanos y son tratados como si no pertenecieran a “ningún lugar”.

Contamos la historia de superación de una mujer muy valiente. Maha Mamo, una joven de 30 años que, con su fuerza  y perseverancia, se ha convertido en un estandarte de la lucha por conseguir un derecho tan básico como existir. Una  problemática a nivel mundial, porque hay más de 10 millones de personas en el  mundo que viven en esta terrible encrucijada: ser prisioneros dentro de una burbuja invisible. Esta situación no es ajena en Chile, ya que aproximadamente 2 mil niños y niñas se encuentran en riesgo de apatridia.

En nuestro encuentro con Maha, tuvimos la oportunidad de conocer su realidad y sentirla a través del poder de sus palabras y ante su optimismo y contagiosa vitalidad. Portaba una bandera brasileña colgada al cuello, una polera cuyo eslogan representa el propósito de su reivindicación: “Yo pertenezco”. Aunque lo más destacable es una vibrante sonrisa, demostrando una resiliencia que no deja a nadie indiferente.

Cuando le preguntamos qué significa ser apátrida, su respuesta es contundente, y a la par que devastadora: “Ser apátrida significa ser la última prioridad para todo el mundo, ser una sombra, no importarle a nadie”.

Los primeros recuerdos que Maha señala como el momento en que se dio cuenta de los problemas que conllevaban ser apátrida radican desde su infancia. Obstáculos insalvables como no poder estudiar medicina como siempre quiso, ser buena en los deportes y no poder evolucionar porque no se le permitía viajar. Un cúmulo de limitaciones que la llevaron a traspasar la barrera del conformismo hacia una salida.

“El problema va desde lo más pequeño, como tener una tarjeta SIM, salir a bailar a una discoteca con amigos, a un problema mucho mayor como los puntos de revisión policial donde te detienen y te tratan como un terrorista”, señala, pero sobre todo “la peor sensación es cuando un apátrida muere: lo sentí con mi hermano cuando falleció y, como no tenía documentos, me dijeron ´déjalo donde quieras´. Como si él no tuviera la dignidad de un ser humano, incluso en la muerte”, lamenta.

Es por ello que Maha quiso visibilizar el tema en primera persona: “La mejor manera de describir un problema es a través de una historia real, la historia de mi vida como apátrida”, explica. Voz de los sin voz,  y protagonista de una lucha incansable, tocó la puerta de 132 embajadas en el mundo y recibió sólo respuestas negativas. La luz de esperanza llegó cuando desde Brasil decidieron tratar su caso, y hace tres años y medio vive y trabaja en ese país.

Maha-Mamo

Doble discriminación: ser mujer y apátrida

La discriminación por motivos de género perpetúa y aumenta el riesgo de apatridia para las mujeres, haciéndolas más vulnerables. Muchos países de todo el mundo todavía carecen de una legislación no sexista; en los peores casos, las mujeres pierden la nacionalidad al casarse con un extranjero y no pueden transmitir su ciudadanía a sus hijos, como es el caso de Maha.

Vivió hasta los 26 años en Líbano. Sus padres son sirios, pero, como su madre es musulmana y su padre cristiano, el matrimonio interreligioso está prohibido. Según la ley en Siria, los hijos de una unión no reconocida no tienen derecho a la nacionalidad. Los padres de Maha se mudaron con ella y sus hermanos a Líbano, donde también les negaron la nacionalidad, viviendo en un limbo burocrático.

“Yo siento la discriminación todos los días, como apátrida, como mujer, como ser humano… Como mujer me siento discriminada debido a que mi mamá no me pudo transferir su nacionalidad y sabiendo que alrededor del mundo la desigualdad entre el hombre y la mujer es muy alta y, para una mujer que además es apátrida, la disparidad es doble”.

Una historia con final feliz

Tras su paso por nuestro país, donde participó en una Conferencia sobre la Apatridia en América Latina y el Caribe, de la que Santiago fue sede, conocimos la gran noticia y fuimos partícipes de su felicidad. El pasado 25 de junio se convirtió, junto con su hermana Souad, en la primera apátrida en ser reconocida como tal; el primer paso para obtener la nacionalidad, un caso inédito en Brasil gracias a los avances de la legislación en esa materia.

La mayoría de los países latinoamericanos siguen los pasos de Brasil. En el caso chileno, se modificó la ley de requisitos para obtener la nacionalización y se lanzó en 2016 el programa #ChileReconoce, el cual confirmó la nacionalidad chilena a cientos de personas que se encontraban en riesgo de ser apátridas.

Este es el caso de un ansiado logro que se hace realidad, pero Maha no se conforma y el mensaje que quiere enviar al mundo es que la apatridia no es una cuestión política, ni religiosa, es una cuestión humanitaria. Es la lucha por un derecho básico de ser un ser humano, y eso es lo que deben sentir: todos tienen derecho de pertenecer. “Quiero un futuro para el mundo. Espero que mi ejemplo dé esperanza al resto de personas en esta situación”.

 

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