En una localidad del noroeste de Siria donde viven 3 millones de personas, el gobierno y los rebeldes se preparan para su sangriento duelo final.
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La pugna por el control de Idlib, el único reducto que les queda a los insurgentes y hasta ahora un refugio para más de un millón de sirios desplazados, será probablemente el último campo de batalla considerable tras siete años de una brutal guerra civil.
Será también, a todas luces, el más catastrófico.
La ONU y diversas organizaciones humanitarias se preparan para un desastre, advirtiendo que unas 800.000 personas más podrían quedar desplazadas si el gobierno cumple con la arremetida. Ya las fuerzas oficialistas se están acumulando en el perímetro, señal de que el operativo es inminente.
Turquía, que apoya a los rebeldes en Idlib, ha advertido que no habrá una solución militar, y al parecer ha estado negociando con Rusia para evitar una ofensiva total.
Están aumentando los temores de que se usarán armas químicas, y la Marina rusa se está concentrando buques en el Mar Mediterráneo.
EL ÚLTIMO REDUCTO QUE LE QUEDA A LA OPOSICIÓN
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Tras siete años de guerra, el presidente Bashar Assad prácticamente ha aplastado la revuelta que estalló en el 2011, inspirada en la Primavera Árabe que floreció en la región ese año.
Idlib es el último baluarte de la oposición y de las milicias vinculadas a al-Qaeda que se les han sumado.
Assad está decidido a retomar Idlib, y ha prometido eventualmente recuperar el control total del país.
En cierto momento la oposición controlaba partes de las principales ciudades de Siria y los alrededores de Damasco, la capital. Pero a partir del 2015 Rusia empezó a ayudar al régimen de Assad desde el aire, e Irán envió asesores militares y a milicias aliadas para ayudar a Assad. Solo en el último año, el gobierno ha expulsado a los rebeldes de Damasco, Homs, Dará, y Quneitra, cuatro ciudades y provincias que por un tiempo estuvieron firmemente en manos de la oposición.
A medida que las fuerzas oficialistas avanzaban, le ofrecían a los habitantes y rebeldes la opción de reconciliarse con el régimen de Assad o partir en autobuses rumbo a Idlib, donde grupos vinculados a al-Qaeda dominan.
Decenas de miles de personas huyeron entonces a Idlib, ante el temor de que si se quedaban bajo el control oficialista podrían ser detenidos, reclutados a la fuerza o correr peor suerte aún.
Ahora no tienen a dónde huir, pues los otros reductos de la oposición se han rendido y Turquía ha sellado la frontera.
EL PELIGRO DE LAS ARMAS QUÍMICAS
Estados Unidos ha dicho que considerará a Rusia como responsable si las fuerzas oficialistas sirias usan armas químicas en su lucha por Idlib.
Investigadores de la ONU ya han atribuido varios ataques químicos en Siria a las fuerzas del gobierno, incluyendo uno con el gas sarín contra el poblado de Jan Sheijún en abril del 2017.
Ese ataque llevó a Estados Unidos a lanzar una andanada de misiles contra una instalación militar siria. En abril, Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña lanzaron bombas contra Siria como castigo por el uso de gases en un ataque contra un suburbio de Damasco que en ese entonces estaba en manos de la oposición. Estados Unidos además acusa al régimen de Assad de ser el responsable de un ataque con el gas sarín que posiblemente mató a más de 1.000 personas en agosto del 2013 en Ghouta, un suburbio de Damasco.
El gobierno sirio niega jamás haber usado armas químicas e insiste en que se deshizo de su arsenal bajo un acuerdo mediado entre Estados Unidos y Rusia después del ataque de Ghouta en el 2013.
Los ataques químicas han sido los responsables de apenas una fracción de las 400.000 muertes que, se estima, esta guerra ha causado.
Ahora el gobierno sirio y sus aliados rusos dicen que Estados Unidos está tramando denunciar falsamente un ataque químico o animar a los rebeldes a que perpetren uno, a fin de justificar otro asalto contra las fuerzas de Assad. Pero hay escasos indicios de que los rebeldes han usado armas químicas en el pasado, y Estados Unidos no parece tener mucha voluntad de lanzar una acción militar contundente allá.
El martes, el secretario de Defensa estadounidense James Mattis declaró que Washington está en consultas con Rusia para evitar otro ataque con armas químicas.
UNA CATÁSTROFE EN CIERNES
La ONU advierte que una encarnizada batalla por Idlib causará una catástrofe humanitaria. Ante la decisión de Turquía de cerrar sus fronteras, los civiles no tienen a dónde ir. Muchos de ellos ya viven en campamentos en Idlib en condiciones paupérrimas, y se estima que unas 2 millones de personas necesitan ayuda humanitaria.
Los líderes de Rusia, Irán y Turquía se reunirán la semana entrante en la ciudad iraní de Tabriz, y han surgido esperanzas de que allí surgirá un acuerdo para evitar el caos en Idlib.
Entretanto, las fuerzas sirias se están concentrando en torno a la provincia, y Rusia ha despachado por lo menos 10 buques de guerra y dos submarinos frente a la costa, según versiones de la prensa rusa.
Si el gobierno realmente realiza su ofensiva en Idlib, probablemente seguirá la política que ha aplicado en batallas previas. Las aviaciones rusa y siria lanzarán ola tras ola de devastadores bombardeos, y luego las fuerzas en tierra aplicarán un asedio contra la localidad, obligando a sus habitantes a rendirse o morir de hambre.