Osvaldo Cádiz revela un episodio íntimo de Margot Loyola y Violeta Parra, comadres y verdaderos emblemas patrios de la música arraigada en el alma popular. «Una vez fui testigo de una conversación sobre la vida y la muerte tan profunda y querible como eran ellas», cuenta el viudo de la magnífica folclorista nacida el 15 de spetiembre hace exactamente un siglo. «Violeta le decía que una persona debía poner fin a su vida cuando ella quisiera, que morir debía ser un acto absolutamente voluntario. Pero Margot argumentaba lo contrario: ‘Porque yo ni pienso en la muerte, yo no quiero morirme nunca’, repetía», confidencia el también investigador musical.
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Y es probable, casi con seguridad, que Margot lograra esa imortalidad en la memoria de los chilenos y la cultura nacional, más allá de la fútil anécdota de su fallecimiento producido el 3 de agosto de 2015. Contemporánea y comadre de Violeta Parra, juntas constituyen un dúo de profunda trascendencia en la vida artística, cultural e incluso política de Chile de la segunda mitad del siglo XX. Ambas son figuras insuperables en la creación de una verdadera síntesis cultural chilena y en la investigación, recreación y formación de la tradición de inmensa riqueza de la cultura popular nacional.
Margot Loyola investigó y recopiló sobre el folclore de las más apartadas regiones de Chile, se rodeó de musicólogos y especialistas, y la valiosa actividad académica -también cuestionada a menudo por la inmortal Violeta- la apasionó tanto como su guitarra y el canto de raíz campesina. Obtuvo el Premio Nacional de Artes Musicales en 1994 y, con ocasión del centenario de su nacimiento, el ministerio de las Culturas prepara una serie de actividades de homenaje que honrarán la memoria y obra de la notable artista nacida en Linares.
Al fin, la amiga de Violeta cristalizó, luego de cien años, su anhelo de «no morir nunca». O después de vivir un siglo, como escribió su ilustre comadre en el icónico Volver a los 17…