Brasil se fue a dormir el domingo con el triunfo de un militar ultraderechista y nostálgico de la dictadura como vencedor de la primera ronda presidencial, pero con la incertidumbre de que pasará en la segunda vuelta.
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El congresista ultraderechista Jair Bolsonaro obtuvo el 46% de los votos el domingo, pero no el 50% necesario para evitar una segunda vuelta. El balotaje final tendrá lugar el 28 de octubre cuando se medirá con Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores (PT), que obtuvo el 29% de los votos.
De acuerdo con la última encuesta de Datafolha, se prevé un empate técnico en segunda vuelta de 44% para el ultraderechista contra 43% para la carta del Partido de los Trabajadores (PT).
A diferencia de las elecciones de este domingo, donde se debía obtener la mitad de los votos válidamente emitidos para ganar, en la segunda ronda triunfará quien obtenga mayoría simple.
Si bien la historia indica que quien gana en primera vuelta gana la segunda, el caso de Bolsonaro es especial, ya que su extremismo y polémicas declaraciones hacen que sea poco probable que quien no votó por el la primera vez si lo haga el 28 de octubre.
Ciro Gómez, tercero en esta primera vuelta con un 12,5% de los votos, evitó mostrar apoyo a Haddad, pero mostró directamente su rechazo a la candidatura de Bolsonaro señalando: «Él no, sin duda». Los analistas esperan que sus electores pasen directamente al candidato del PT.
Por su parte, Marina Silva, candidata ecologista que alcanzó sólo el 1%, anunció que sería oposición de ambos presidenciables.
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País dividido
Para los brasileños, Bolsonaro y Haddad ofrecen contrastantes visiones para el futuro. El derechista ha prometido reducir drásticamente el gasto público, privatizar la mayor cantidad posible de empresas estatales y poner coto a los movimientos sociales que en años recientes han cobrado popularidad.
Entretanto, siguiendo las raíces izquierdistas del Partido de los Trabajadores, Haddad ha prometido luchar contra la desigualdad social, anular una polémica reforma laboral aprobada el año pasado e invertir más en educación.
A esto se suma la explosiva, conservadora y discriminatoria personalidad de Bolsonaro, conocido por su nostalgia por la última dictadura, sus insultos a las mujeres y a los gays y sus llamados a reprimir la delincuencia, dándole más garantías a las fuerzas de seguridad. Y la llegada tardía de un poco conocido Haddad a la carrera presidencial, quien carga en sus hombros con los pros y contras de Lula da Silva.
Brasil está profundamente dividido entre seguir la ira contra Lula, Dilma Rousselff, el PT y la corrupción política que alimenta las esperanzas del derechista y el costo que puede tener la democracia si es elegido el «Trump brasileño».
Quien resulte electo dirigirá un país sumido en una crisis económica y política, aún conmovido por el enorme escándalo de corrupción de Lava Jato, el mayor esquema de corrupción en la historia de país develado a partir de 2014. Más de 13 millones de brasileños no encuentran trabajo en el mercado.