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Cuando la ciudad explota de color: Los “mejores” e imperdibles murales que ofrece Santiago

Los murales se han multiplicado por la ciudad y se han transformado en una parte características de varios sectores capitalinos. Acá los especialistas entregan cuáles son sus preferidos.

Hoy es casi imposible caminar por un barrio de Santiago y no encontrarse con una muralla pintada o con una fachada que cobra vida y que le da un tinte característico y colorido a la ciudad.

Los murales se han multiplicado, llenando los rincones y transformándose en una parte características de varios sectores capitalinos.

El rayado mural en Chile tuvo un importante auge en los años sesenta, cuando “surge con mayor fuerza y con una clara postura comprometida y militante a favor de la candidatura” de Salvador Allende, señala memoriachilena.cl.

Sin embargo, el mural actual, aunque conserva el tinte político, “habla de la globalización”, señala el historiador del arte Pedro Celedón.

“No se habla sólo de política. Las temáticas son muy abiertas, personales, locales o simplemente estéticas y dialogan directamente con la ciudad, con el barrio”, apunta el profesor de la escuela de arte UC.

Para Francisco Sanfuentes, académico del departamento de artes visuales de la U. de Chile, la masificación del mural, eso sí, depende del barrio, ya que “si vas al sector oriente o centro oriente, las manifestaciones son muy pocas, de carácter clandestino y precarias. En otros lugares son deseables, los vecinos las piden y cuando se hace un trabajo elaborado genera un respeto tácito”.

“Hay una especie de aceptación general mayor, hay un desarrollo de muchos jóvenes, de su expresión a través de eso”, agrega.

La visión es compartida por el muralista y fundador de la Brigada Ramona Parra Alejandro “Mono” González, para quien el actual momento del muralismo “tiene que ver con la identidad, con en el valor agregado en lo comunitario, con la convivencia y la calidad de vida y eso se da a través del arte”.

“Hablamos de la pizarra popular o la pizarra de pueblo, la calle es el patio de la casa, se ocupa el espacio público y se comparte. En los barrios altos hay más restricción y cuesta llegar. Es una manifestación popular de los que no tienen voz”, analiza.

Anayka Fuentealba, coordinadora central de la “Ramona Parra” también apunta al sentido de comunidad del rayado mural y siente que eso le da una mayor importancia.

“Los vecinos se hacen partícipes de las ideas que quieren expresar, de los bocetos, de pintar. Es más fácil encontrar a gente que sea actor de los cambios”, sentencia.

A la hora de elegir a los mejores murales de Santiago, la tarea se hace difícil y casi imposible, principalmente por el “carácter transitorio” de los mismos. Concuerdan que no hay “cómo medir que uno es mejor que otro” y calificarlos no sería “muy correcto”, por eso señalan que lo importante es “educar a la gente” en el muralismo y decirle que salgan a recorrer sus barrios para que descubran por ellos mismos la belleza de sus calles.

Sin embargo, a pesar de lo complicado de la categorización, todos se animaron con sus preferidos y aquí les dejamos una buena selección para que saquen sus propias conclusiones:

“Que dialoguen con el entorno”

Para Pedro Celedón lo fundamental en un mural es su relación con el entorno. “Los que yo elijo no es porque son más bonitos ni más grandes, son porque los que mejor dialogan con el sitio específico en que están creados”. Por eso siente que hay que ver sí o sí “El primer gol del pueblo chileno”, creado por Roberto Matta y pintado junto a la Brigada Ramona Parra en 1971.

“Aunque hoy está al interior de un espacio, sigue siendo un ejemplo que la gente debiera conocer, no porque lo hizo Matta, sino porque por un momento el arte de vanguardia y el popular trabajaron de tú a tú. Matta no vino a encontrar que los cabros de la Ramona eran poca cosa, y ellos aportaron, fue un diálogo entre el arte de vanguardia y lo popular y eso es muy difícil”.

También destaca el trabajo de Luis Núñez en el barrio Lastarria porque “es una excelente lección de como construir imágenes de lo que la arquitectura tiene”.

“Ocupa la morfología de la arquitectura, no hace caso omiso a las formas, las escucha. La gente lo mira poco, porque se va por el lado de la narrativa, pero hay una segunda mirada, no sólo lo que narra, sino cómo lo narra y ahí lo considero genial”, recalca.

Plaza la Unión

Anayka Fuentealba concuerda que no se puede dejar de ver “El primer gol del pueblo chileno”, tanto por su simbolismo y por el hecho de “marcar un hito en la historia del país”.

El mural fue borrado con varias capas de pintura tras el golpe de Estado y fue restaurado entre 2005 y 2007. Además generó el Centro Cultural Espacio Matta y “se transformó en monumento nacional para la comuna, por lo que logró una gran identificación con la población, lo que le da un valor agregado que va más allá de la obra misma”.

El otro que destaca es “Plaza la Unión”, uno de los más de 50 murales que están en el Museo a Cielo Abierto en San Miguel. “Lo restauramos en diciembre de 2017. El mural había sido hecho en el año 71 por la Brigada Ramona Parra y junto al ‘Mono’ y las nuevas generaciones le dimos vida nuevamente”.

El barrio Yungay

El académico de la U. de Chile Francisco Sanfuentes siente que lo mejor es salir a recorrer la ciudad y que el barrio Yungay es un muy buen lugar para encontrarse con el muralismo. “Ha tenido un desarrollo importante, hay mucho trabajo que tiene que ver con la multiculturalidad, las migraciones. Uno podría hacer un recorrido libre y ver cien murales distintos. Ese sector tiene una riqueza visual y uno caminando lo va encontrando”.

Sanfuentes también destaca el mural “Integración” que se encuentra en el Museo a Cielo Abierto en San Miguel. El trabajo fue realizado por Alejandro González y por el artista urbano francés Julien Malland, también conocido como Seth Globepainter.

“Habla de un trabajo de dos generaciones, y el ‘Mono’ siempre ha estado muy abierto a eso, a compartir y trabajar en conjunto. Tiene mucho de la tradición de la ‘Ramona’, eso junto al típico personaje del grafitero francés”.

Por último, el académico rescata los que se están pintando en las “paredes” que cubren las obras de las estaciones de Metro y destaca su valor porque “asumen la transitoriedad del mural callejero y uno puede ver distintas manifestaciones”.

Museo a Cielo Abierto en San Miguel

Alejandro González, por su parte, se demora muy poco en responder y destaca de inmediato cuatro murales que son imprescindibles a la hora de hablar de los mejores de Santiago, ya que los califica como “los más importantes».

Para el “Mono” no se pueden dejar de ver “Memoria visual de una nación”, el mural de Mario Toral en la estación del metro de la Universidad de Chile; los de Fernando Daza “Homenaje a Gabriela Mistral”, que está ubicado en el cerro Santa Lucía y “La Búsqueda”, una obra obra presente en el Club de la República, sede principal de la Masonería chilena, y “El primer gol del pueblo chileno”.

González también cree que no se pueden perder el mural Lo Marcoleta en Quilicura, donde 10 artista locales junto al “Mono” plasmaron la historia de la comuna; el Museo a Cielo Abierto La Pincoya y por supuesto el Museo a Cielo Abierto en San Miguel.

“Cuando estábamos restaurando el mural del 71 en San Miguel, pasó un hombre con su hijo de 5 años y nos dijo ‘él tiene la edad que yo tenía cuando ustedes estaban pintando ese mural’”.

“Imagínate lo importante que ha sido para él y la comunidad el trabajo que se ha realizado en ambas épocas. Eso le da aún más valor”, sentencia.

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