En 2010, una apuesta con sus amigos cambió el rumbo de la vida de Sam Ballard: se comió una babosa que se arrastraba por el jardín, lo que lo dejó tetrapléjico.
PUBLICIDAD
Luego de 420 días en coma y tres años en el hospital, quedó al cuidado constante de su familia. Hasta que, el viernes pasado, la desafortunada acción finalmente le costó la vida. Tenía 27 años.
Prometedor rugbista, el joven australiano desconocía que el molusco contenía el parásito de la lombriz Angiostrongylus cantonensis. Ello le provocó una infección cerebral conocida como mengoencefalitis eosinifílica.
“Mamá, te amo”, fueron las últimas palabras de Ballard, quien fue acompañado en sus últimas horas por su familia y amigos.