Economía

Informe de estabilidad financiera: Banco Central confía en la solidez económica del país, pero los peligros están afuera

El ajuste en la política monetaria de Estados Unidos y las deudas externas de países emergentes siguen siendo los principales factores de riesgo.

El Informe de Estabilidad Financiera del Banco Central del segundo semestre de 2018 muestra que el sistema financiero chileno, incluyendo los sistemas de pagos internos y externos, no ha registrado eventos de disrupción importantes.

En términos de riesgos, destacan condiciones de financiamiento externo menos favorables que las observadas en años recientes. Las vulnerabilidades y mitigadores locales se mantienen, siendo el marco de flexibilidad cambiaria uno de los elementos más relevantes para absorber adecuadamente los shocks externos.

Entre las amenazas para la estabilidad financiera, siguen destacando aquellas vinculadas a un ajuste abrupto de las condiciones de financiamiento externas. Desde el Informe anterior ha continuado el gradual proceso de normalización monetaria en economías avanzadas.

Estados Unidos, Canadá y Reino Unido, entre otros, han retirado paulatinamente sus estímulos monetarios; sin embargo persiste el riesgo de que el ajuste de política monetaria en EE.UU. sea más rápido de lo implícito en distintos precios de mercado.

Mientras, el Banco Central Europeo ha reducido las compras de bonos, esperando comenzar un aumento gradual de su tasa de política hacia fines de 2019. En este contexto, las tasas largas de Canadá y Reino Unido se han mantenido estables desde mayo pasado, mientras la de Estados Unidos mostró un aumento.

También se observan riesgos de ajustes en el apetito por riesgo de los inversionistas, que según diversos indicadores se encontraría en niveles altos. Esto conllevaría descompresiones en premios por riesgo y por tanto cambios abruptos en precios financieros.

En el mundo emergente, por su parte, los flujos de capitales mostraron disminuciones relevantes durante el año y en algunas economías las condiciones financieras se ajustaron algo más rápido. Por el momento, los principales países afectados son aquellos que tenían desequilibrios previos, como Argentina, Brasil y Turquía.

En contraste, en el ámbito local las condiciones de financiamiento, además de las primas por riesgo exigidas a emisores privados, continuaron holgadas. Hacia adelante, la profundización de eventos externos adversos tendría efectos más amplios en países emergentes donde el prolongado período previo de tasas bajas, incubó vulnerabilidades de mayor magnitud.
En el caso de Chile existen varios mitigadores, entre otros; un régimen cambiario flexible, y un mercado de renta fija local profundo, que inciden en el menor impacto que tienen cambios en condiciones financieras externas en agentes locales.

Con todo, el mayor patrimonio alcanzado por los fondos mutuos de renta fija —conformado por instrumentos que son más sensibles a cambios en tasas de mediano y largo plazo— ha aumentado el potencial efecto de una liquidación masiva de sus portafolios ante un alza abrupta de tasas largas.

En general, no se observan vulnerabilidades financieras relevantes en empresas locales. Sin embargo, ciertos desarrollos ameritan un seguimiento más detallado. La deuda alcanzaría cerca de 113% del PIB al tercer trimestre, con movimientos en los últimos trimestres explicados en gran medida por variaciones de la paridad peso-dólar.

Este nivel de endeudamiento no representa necesariamente una vulnerabilidad a la luz de importantes mitigadores de riesgos financieros y cambiarios. En primer lugar, dentro de la deuda externa (42% del PIB) se ha mantenido una significativa participación de préstamos relacionados a inversión extranjera directa (17% del PIB), los cuales no presentan un nivel de riesgo financiero equivalente al de otras fuentes de financiamiento por tratarse de obligaciones entre relacionados.

Las barreras

En segundo lugar, las firmas que reportan balances a la Comisión para el Mercado Financiero, exhiben bajos niveles de exposición cambiaria, ya sea por la composición de sus balances o por el uso de instrumentos de cobertura. Del mismo modo, las emisiones de bonos de los últimos años han aumentado la duración de los pasivos disminuyendo así el riesgo de refinanciamiento de corto plazo.

En particular, la deuda externa de corto plazo residual por concepto de préstamos (no IED) y bonos representa un 3% del PIB. Todos estos elementos han confluido en que los ejercicios de tensión realizados al sector corporativo den cuenta de un bajo riesgo financiero.

Por otra parte, se configura una potencial vulnerabilidad en el grupo de empresas con inversiones en economías emergentes —como Argentina y Brasil— que podrían verse afectadas por cambios en la situación económica de dichos países; con todo, su endeudamiento con la banca local es acotado.

Finalmente, aun cuando los niveles de incumplimiento se han mantenido bajos en empresas con financiamiento local, firmas de sectores relacionados con el mercado inmobiliario residencial han mostrado algún deterioro. Una desaceleración en la actividad de dicho sector podría exacerbar esta situación, afectando también la cartera de los bancos acreedores de sus deudas.

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