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Cuando las heroínas no usan capa: dos historias de luchadoras anti violencia contra mujeres

Quisimos ir más allá de las cifras y conversar con las mujeres que están detrás de la lucha contra la violencia, que se involucran personalmente contra este mal endémico, con todo lo que tienen para aportar.

(Sebastian Brogca/SEBASTIAN BROGCA/AGENCIAUNO)

La violencia de género ha sido, y sigue siendo en muchas partes del mundo, un delito oculto e invisible y constituye uno de los principales elementos que afecta a la igualdad entre hombres y mujeres.

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Ayer se conmemoró el Día Internacional de la No Violencia contra la Mujer, una buena oportunidad para visibilizar el problema y concienciar de que se trata de una lacra en cuya lucha tiene que implicarse toda la sociedad, también para poner sobre la mesa las cifras del horror.

Sólo son números dentro de un informe, pero cada número es una mujer que perdimos, que ya no está. Por eso quisimos ir más allá  de las cifras y conversar con las mujeres que  están detrás de la lucha contra la violencia y que se involucran  personalmente contra este mal endémico, con todo lo que tienen para aportar.

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Activismo desde el feminismo

Lorena Astudillo

Una de ellas es Lorena Astudillo, una de las portavoces de la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres, una organización feminista que lleva 28 años luchando por erradicar la violencia hacia la mujer. «Siento que encontré un espacio desde donde realmente puedo aportar, se ha hecho mucho por avanzar, para erradicar el problema  y ya me siento parte».

«Más allá de ayudar, lo que nosotras pensamos es que tiene que haber un cambio cultural, y no es  que nosotras ayudemos a otras, sino que entre todas provocamos este cambio para que sea una sociedad más justa y equitativa. Pensar en ayudar a otras mujeres nos posiciona al tiro en una relación casi de superioridad y poder, nosotras entendemos que estamos todas en esta misma sociedad, en este mismo país y desde nuestra conciencia y desde nuestro activismo feminista, lo que pensamos es en transformar, en aportar con esa transformación, pero que finalmente nos veamos beneficiadas todas y todos», sostiene Astudillo.

Lorena señala que no es necesario llegar a la violencia extrema física para reconocer que una ha vivido violencia: «A todas nos han dado un agarrón en la calle, a todas algún profesor se ha sorprendido si respondemos de una manera que a ellos les parece muy inteligente para ser mujer, a todas nos han tratado de histéricas y de locas por mostrar nuestro punto de vista, todas quizás hemos tenido un pololo celoso, más controlador de lo normal».

En Chile han ocurrido 47 femicidios en lo que va de 2018, según la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres. «Una cifra que difiere de la del SERNAM,  porque contabilizan sólo el femicidio legislado, que es el que ocurre entre parejas, dejando fuera todos los femicidios que se cometen en otro tipo de relaciones, como las de pololeo, el cliente que mata a una trabajadora sexual, en un hombre que viola y mata a  una niña,  donde se ejercen esa misma relación de poder, de dominio, de sometimiento y de desprecio a la vida de las mujeres»,  asegura.

El trabajo que hace Lorena desde la Red,  con organizaciones articuladas desde Arica a Punta Arenas,  es activismo político desde el feminismo,  voluntario y no remunerado, y se dedican a  «generar conocimiento, con  varias investigaciones y publicaciones , la campaña CUIDADO EL MACHISMO MATA con acciones callejeras, activismo, fortalecer el movimiento de mujeres y feminista también,  pero sobre todo, generar conocimientos sobre las manifestaciones de la violencia machista y comprender que la violencia machista en Chile es estructural y continua, y seguir aportando, hacer propuestas, como la educación no sexista, y ese tipo de acciones, son más macro, apuntan a este cambio cultural y social».

«Entendemos que esto es un problema social y por lo tanto es el Estado el que tiene  los recursos y tiene que poner toda su capacidad para atender a cada una de esas mujeres, nosotras no daríamos abasto. Pero  hoy día en Chile se habla sobre la violencia hacia la mujer, pero institucionalmente no está reconocida», sentencia.

 

Combatir desde la experiencia

Olga Molano

Otra es Olga Lucía Molano Ardila, una linguista, pedagoga y antropóloga colombiana que participa en Feminismo Artesanal, un movimiento de pedagogía urbana que se dedica a «la formación de las mujeres en su sentir, en su ser mujer, en su vivir como mujer para darles herramientas de empoderamiento y de defensa de sus vidas, con un enfoque preventivo: no queremos lamentar la muerte de más mujeres y queremos hacer que las mujeres sean dueñas de su vida y su estima».

Molano, que ha vivido dos antecedentes de violencia,  cuando era niña y de una pareja cuando era adolescente , asegura «me cansé de ser una víctima, me cansé de ser narrada como víctima, me cansé de vivir mi vida como una víctima y decidí vivir mi vida  como una heroína y como la autora y hacedora de mi vida».

Desde su experiencia, forma a las niñas en una educación sexo afectiva,  para sanarse y sanar a otras a través de su vida.  «Yo lo llamo alfabetizar a las mujeres, en su deseo, en sus necesidades y en su interés y antes que nada tiene que ser para las niñas, para la que no se pudo defender, y hoy día tengo que hablar por esa niña que fui yo, como mujer», relata.

El trabajo que hacen desde Feminismo Artesanal tiene tres enfoques: la primera es la pedagogía, acompañando a las mujeres hasta que logran sanar en empoderamiento, el segundo es la productividad, y la tercera es el activismo, «teniendo en cuenta que el feminismo no es sólo para una misma, sino que tiene que ser también para otras que vienen detrás».

Cuando le preguntamos sobre el número de femicidios en Colombia, Molano asegura que en el país miden esas cifras a partir de mujeres que tienen cédula e identidad, para eso una mujer tiene estar escolarizada y alfabetizada, teniendo en cuenta que el país tiene uno de los mayores índices de analfabetismo de Latinoamérica,»queda fuera la campesina, la empleada de servicio, la niña de la zona periférica, que son violadas y asesinadas y que nunca van a ser una cifra». Y añade, «más que contabilizar el número de femicidios hay que darle voz porque no hay peor violencia que la del silencio, la complicidad, la invisibilidad y la negación. Si nos centramos en las cifras discriminamos la cantidad de violencias que hay hacia la mujer, la patrimonial, la económica, la sexual…pero para mí la más importante es la violencia estructural, sistemática, la violencia que a mi no me menciona, la violencia que me niega una educación y me convierte en población vulnerable, eso, también es violencia».

 

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