Este domingo comenzó la 24ª conferencia sobre el cambio climático de las Naciones Unidas (COP24) en Katowice, el corazón polaco del carbón, versión que se ha visto marcada por la amenaza del cambio climático.
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Fue por esto que durante los últimos tres días los representantes de los 200 países presentes en esta instancia han hecho lo imposible por poner en marcha el Acuerdo de París.
¿La razón? Este año se suma una nueva amenaza en la lucha por preservar el medio ambiente tal y como lo conocemos: la temperatura del planeta ya ha subido 1 ºC y para mantenerse por debajo de los +1,5 ºC, las emisiones de CO2 deberían reducirse en casi un 50% para 2030 respecto a 2010.
Asimismo, en un informe publicado la semana pasada, la Organización Meteorológica Mundial señaló que el «2018 está en camino de ser el cuarto año más cálido registrado” en la historia.
El estudio indica que «el aumento de las emisiones y la acción retardada significan que la brecha para el informe de este año es más grande que nunca», destacando además que si no se revierte esta tendencia, en 2100 las temperaturas aumentarían entre 3ºC y 5ºC.
En tanto, la «solución» ya fue señalada hace un mes atrás por el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de la ONU: las emisiones globales deben reducirse drásticamente durante los próximos 12 años o la vida en el planeta se hará insostenible.
Acuerdo de París
Este pacto se firmó en 2015 y fue ratificado por 146 países y firmado por otros 48, todos agrupados por un sólo objetivo: limitar el calentamiento global a sólo dos grados centígrados desde la fecha hasta 2020.
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En el marco de la reciente cumbre del G20 realizada en Argentina, los mandatarios presentes reafirmaron en la declaración final conjunta su apoyo al Acuerdo de París.
Sin embargo, Estados Unidos fue la excepción: al contrario que sus pares, el presidente Trump presionó para incluir un párrafo en donde se ratifica su salida del tratado.
Trump contra el cambio climático
La crisis medio ambiental se ha visto gatillada en gran parte por la emisión de gases invernadero. En esta materia, China y Estados Unidos se adjudican el 40% total de las emisiones, según datos entregados en 2017 por la Comisión Europea y la Agencia Holandesa del Medio Ambiente.
A esto se suma que la política medioambiental de EE.UU. ha cambiado desde el ascenso al poder del republicano, quien ha optado por promover el uso de combustibles fósiles, una de las mayores fuentes de gases invernadero.
De hecho, al poco tiempo de tomar el mando, el magnate anunció su salida del Acuerdo de París, argumentando que junto con “no creer” en el cambio climático, quiere negociar un nuevo acuerdo que sea más «justo» con los empresarios y trabajadores.
Fue en este marco que el Instituto de Asuntos Internacionales y Europeos publicó un estudio titulado «El Acuerdo Climático de París versus el Efecto Trump”, que reconoce la repercusión que los dichos del mandatario han causado a lo largo del mundo.
Según el análisis, la postura tomada por Estados Unidos está causando «un daño muy real» al Acuerdo de París.
Joseph Curtin, el experto a cargo del informe, destaca tres áreas de impacto: el incremento en inversiones en combustibles fósiles -desacelerando la tasa de inversión en tecnologías verdes-, convertirse en un «mal ejemplo» para otras naciones, y dañar la buena voluntad en las negociaciones internacionales.
Daños a la buena voluntad
Citando los ejemplos de Rusia y Turquía, ambos países que también se retiraron del Acuerdo de París, el autor ratifica que la salida del tratado a propiciado una «cobertura moral y política para que otros sigan su ejemplo”.
«No hay absolutamente ninguna duda de que el efecto Trump ha creado una sensación de incertidumbre en términos del compromiso político”, dice el informe.
A su vez, destaca que las inversiones en carbón y petróleo se han impuesto por sobre la energía renovable, según el autor, repercutiendo a nivel global.
En materia política, Rusia, Turquía, Australia y Brasil siguieron el ejemplo de Trump para limitar sus esfuerzos en el combate del cambio climático.
«Estas decisiones han agravado la desconfianza entre los países desarrollados y en desarrollo, que es un ingrediente necesario para el progreso», agregó.
Finalmente, el autor destaca que “a más largo plazo, sin el apoyo de Estados Unidos, el Acuerdo de París no será efectivo y deberíamos ser sinceros al respecto».
Aún así, no es fatalista, pues el «efecto Trump» tendrá que parar en algún minuto: “Las principales economías, negociadores internacionales e inversores han adoptado, en cierta medida, una postura de ‘esperar y ver’ antes de las elecciones presidenciales de Estados Unidos en noviembre de 2020”, concluye.