Una fuerte presencia policial custodiaba París el sábado por la nueva jornada de protesta del movimiento de “chalecos amarillos”, mientras las autoridades repitieron los llamados a la calma tras los disturbios y la violencia de semanas anteriores. Al menos 21 personas fueron detenidas antes del inicio de la movilización.
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Efectivos de las fuerzas de seguridad con equipos antimotines tomaron posiciones en la mañana alrededor de las estaciones de tren del centro y en la famosa avenida de los Campos Elíseos, donde las tiendas cerraron y protegieron sus escaparates con tablas de madera. Alrededor de ocho mil policías y 14 vehículos armados custodiaban la capital francesa.
El pasado fin de semana, grupos de manifestantes destrozaron y saquearon comercios y levantaron barricadas.
La policía de París reportó la detención de 21 personas antes del comienzo de las movilizaciones. En el exterior de la estación de tren de Saint Lazare, agentes antimotines chequearon mochilas en busca de cascos y otros posibles indicios de problemas. Más de 20 camionetas de la policía y un camión con un cañón de agua estacionaron en las inmediaciones.
El movimiento de los “chalecos amarillos”, que toma su nombre de la prenda amarillo neón que todos los conductores franceses deben llevar por ley en sus autos, surgió a mediados de noviembre como una protesta contra el incremento de los impuestos a los carburantes. Pronto se transformó en una expresión del descontento por el alto costo de la vida en el país y por la sensación del que el gobierno del presidente, Emanuel Macron, está desligado de las luchas cotidianas de los trabajadores.
“Respete mi existencia o espere mi resistencia”, decía una pancarta mientras miles de manifestantes comenzaban a congregarse el sábado en los Campos Elíseos.
“Estamos aquí para representar a todos nuestros amigos y familiares que no pueden venir a protestar, o que están asustados”, declaró Pierre Lamy, un trabajador industrial de 27 años que llevaba un chaleco amarillo y una bandera francesa sobre los hombres mientras se dirigía hacia la protesta con tres amigos.
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Hace tiempo que las protestas dejaron de ser por los impuestos a los combustibles y se convirtieron en un movimiento por la justicia económica, agregó.
“Todo está saliendo ahora”, apuntó Lamy. “Nos están desangrando”.
El viernes, Macron pidió calma durante las manifestaciones, y el ejecutivo reiteró en internet su llamado a la movilización pacífica.
“Protestar es un derecho. Sepamos cómo ejercerlo”, tuiteó el gobierno desde su cuenta oficial, con un video de 34 segundos que comienza combinando imágenes de movilizaciones históricas de la nación con las de los “chalecos amarillos” antes de los episodios violentos.
“Protestar no es destrozar. Protestar no es destrozar nuestro patrimonio. Protestar no es destrozar nuestros negocios (…) Protestar no es destrozar nuestra república”, agregó el mensaje.
En un discurso a la nación a principios de semana, Macron reconoció que es parcialmente responsable de la ira mostrada durante las protestas, y anunció medidas destinadas a mejorar el poder adquisitivo de los disconformes. Pero por el momento rechazó reinstaurar un impuesto a la riqueza retirado para estimular las inversiones.
En las calles de París, algunos manifestantes decían el sábado que el presidente seguía sin entenderlos.
“Creo que Macron desconoce lo que quieren los chalecos amarillos. Creo que los chalecos amarillos tienen que seguir hablando y el problema está en el campo”, dijo Julie Verrier, una manifestante de Picardie, en Normandía, en el norte de Francia, donde se manifestó durante las últimas tres semanas antes de viajar a París para los actos del sábado.
“Los ayuntamientos están cerrados por lo que no podemos ir allí a expresar y dejar por escrito nuestras quejas y deseos”, agregó. “Venir aquí es la única forma que tenemos para decir que el pueblo francés debe ser escuchado”.