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“Operación Soberanía”: Así fue el ambicioso plan del ejército argentino para invadir Chile durante el Conflicto del Beagle

La intención de las tropas trasandinas se vio truncada por una inesperada tormenta el mismo día que las lanchas y los helicópteros se preparaban para comenzar su travesía rumbo a territorio chileno.

La mañana del 20 de diciembre de 1978 las tropas argentinas se encontraban en sus posiciones para poner en marcha un plan de invasión elaborado en la alta cúpula de las Fuerzas Armadas. El objetivo del «Operativo Soberanía», como llamaron los generales al plan, era ingresar a Chile aprovechando la amplía frontera que dividía ambas naciones y «quebrarlo» a la altura de Temuco. 30 años después, las heridas del Conflicto del Beagle parecen estar cerradas, sin embargo, muchos ignoran lo cerca que estuvo de iniciarse una guerra entre ambos países.

Un año antes, el 2 de mayo 1977, la reina británica Isabel II entregó a los diplomáticos de Chile y Argentina el fallo de un grupo de jueces internacionales por el Laudo Arbitral sobre el Canal del Beagle, que en definitiva fue favorable para nuestro país al ceder mayor territorio del que se esperaba. La posesión de las Islas Picton, Lennox y Nueva y derechos soberanos sobre la mitad meridional del Canal del Beagle y sobre islas e islotes al sur del canal, hasta cabo de Hornos. La dictadura militar de Jorge Rafael Videla, no quiso aceptar el fallo de la corte internacional, generando los primeros roces de un conflicto que iría en escalada

 

Según una investigación hecha en 1998 por el diario argentino Clarín, durante el desarrollo del conflicto en 1978,  eran los generales argentinos quienes auspiciaban un estallido. José Antonio Vaquero, Carlos Guillermo Suarez y Luciano Benjamín Menéndez, eran los nombres de los militares que estaban por la idea de iniciar  conflicto. En contraparte, el comandante en jefe del Ejército, Roberto Viola, y el presidente Videla, estaban por una salida pacífica del entramado belicista.

«Operación Soberanía»

A pesar de las buenas intenciones de Viola,  el general Videla, el embajador de Estados Unidos en Argentina, Raúl Castro, y el nuncio transandino, Pio Laghi, el plan estaba en marcha.

Según lo consignado por uno de los militares al diario argentino, el ejército argentino «entraría en Chile a la altura de Neuquén para partir Chile al medio y, en plena guerra, esperar la intervención de los organismos internacionales». El mismo funcionario agrega que «se trataba de una operación muy difícil por el tipo de terreno, que facilita la acción de la defensa. Pero el centro de gravedad era Neuquén».

El periodista argentino, Bruno Pasarrelli, afirma en su libro «El delirio armado: Argentina-Chile, la guerra que evitó el Papa», que la acción militar debía estar precedida de una ofensiva diplomática del embajador argentino en Naciones Unidas, Enrique Ros, quien denunciaría ante el consejo de seguridad la existencia de fuerzas militares chilenas en las tres islas en disputa y en las islas Deceit, Freycinet, Herschel, Wollaston y Hornos. La armada argentina ocuparía las islas adyacentes a la Picton, Lennox y Nueva, luego ocuparía esas tres islas en una operación combinada con invasión del territorio chileno por parte del Ejército.

La tormenta que evitó la tragedia

Los militares habían fijado  el miércoles 20 de diciembre como la fecha que el plan debía llevarse a cabo. Sin embargo, una feroz tormenta cayó donde debía estallar la guerra. El mar agitado, el viento y las fuertes lluvias, evitaron que los infantes de marina navegaran sus lanchas de desembarco hacía las islas y tampoco permitió el accionar de los buzos tácticos. Olas de hasta 12 metros evitaron el inicio de la guerra.

La tempestad logró paralizar las acciones militares de ese día, las cuales quedarían pospuestas para dos días después. El 22 de diciembre quedaba como el nuevo «día D» para las tropas argentinas.

El jefe de un regimiento en la cordillera, citado por la investigación del diario Clarín, confirmó que la noche del 22, sus patrullas cruzaron la frontera y entraron en Chile. «Gracias a Dios no apareció ningún chileno. Creo que los chilenos supieron pero se retiraron a modo de precaución porque sabían que el problema podía solucionarse. Eso fue muy inteligente de parte de ellos, porque nosotros tuvimos que volvernos atrás».

Ese mismo día, el Papa Juan Pablo II daba los primeros pasos de la mediación y anunciaba el inminente viaje de un enviado especial a Argentina y Chile para solucionar el conflicto.

El Comité Militar, que integraban Videla y la junta de comandantes, se reunía en Buenos Aires a la misma hora que el sumo pontífice notificaba el viaje. Según un testigo citado por el periódico, los participantes de la reunión tuvieron un duro cruce de palabras para definir el futuro de la «Operación Soberanía». Finalmente, primó la cordura y las autoridades hicieron un llamado a detener la invasión.

El 8 de enero de 1979, representantes de ambos países llegaron hasta Montevideo para firmar el acta por el cual Chile y Argentina solicitan la mediación de la Santa Sede en el diferendo austral y se comprometen a no recurrir a las fuerzas en sus relaciones mutuas.

 

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