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Árboles viejos, enfermos y secos: el problema que aqueja al 40% del parque arbóreo de Santiago

Expertos señalan la necesidad de la renovación masiva de los árboles capitalinos. Urgiría plantar unos 600 mil cuanto antes, mientras que los arbustos cítricos y árboles nativos serían los idóneos para reemplazar las variedades que no aportan a la descontaminar en invierno.

La posición estratégica de Santiago, situado junto a un valle y a orillas a la Cordillera de los Andes, un inmenso paredón natural, hacen de la contaminación un gran problema. Y eso, combinado a la escasez de áreas verdes, lo amplifica.

El año pasado, en la capital se calculó que existían unos 3,7 metros cuadrados de área verde por habitante, cifra que con los nuevos megaparques inaugurados habría aumentado a 4 metros cuadrados. Sin embargo, la ciudad aún está lejos de los estándares internacionales, que aconsejan un mínimo de 10.

Pero más allá de cifras absolutas, varios expertos dicen que el problema del espacio tapa otras aristas importantes: como se piensan los parques, el criterio para definir los árboles que visten Santiago y quien asume la tarea de rejuvenecer el parque arbóreo.

Jonás Figueroa, arquitecto y urbanista de la Universidad de Santiago, llevó a cabo un estudio que, aunque no lo sorprendió, le sirvió para plasmar en cifras su queja. En la Escuela de Arquitectura, junto al sondeo con alumnos,  constataron que en la capital cerca del 40% de los árboles están secos, enfermos o viejos. «Es cosa de salir a la calle y darse cuenta. Tenemos un parque arbóreo que necesita urgente una renovación», dice el experto.

Eso conlleva varios problemas de seguridad asociados, como daños colaterales por árboles caídos o lesiones por desprendimiento de ramas. «Lamentablemente, nos falta hacer un estudio acabado sobre las especies arbóreas que hay en los parques, en las grandes avenidas y plazas. Todas, de alguna manera, no responden a las necesidades ambientales, de riesgo, de ubicación, y estética que corresponde a un espacio público», enfatiza Figueroa.

Una de las causas de los árboles envejecidos o enfermos, es que se privilegia plantar especies de rápido crecimiento que no están adaptadas al régimen climático de Santiago, con largas sequías y breves períodos húmedos. En eso coincide la ecóloga y experta en flora nativa de la Universidad Andrés Bello, Carolina Henríquez. «Se han privilegiado las especies introducidas y generan una serie de inconvenientes, como las alergénicas, y se dejó de lado plantar flora nativa que es muy beneficiosa, tanto para la ciudad como para la fauna», dice.

Opciones

Según los expertos, árboles como el arce, el clásico plátano oriental, la melia y el álamo, son ejemplos de especies que proliferan por Santiago pero que podrían tener otras opciones. ¿La razón? «Necesitamos de árboles con hoja perenne. Cuando llegue la época de invierno, ellos mantienen su follaje y sirven como depuradores de contaminación. Pero la mayoría de las especies en Santiago son de hoja caduca, y aportan poco cuando más se requiere porque pierden sus hojas», dice el académico de la Usach.

Luis Eduardo Bresciani, ex presidente del Consejo Nacional de Desarrollo Urbano, señala que «los parques cumplen varias funciones: recreativa, facilitar espacios de encuentro y también un rol ambiental. Ahí entra en juego el tipo de especie que se usa y es clave, no solo para reducir los costos, sino para que coopere con el funcionamiento de las ciudades. Los árboles con hoja perenne son muy efectivos», opina.

En cálculos optimistas, Figueroa dice que Santiago necesita de manera urgente renovar 600 mil árboles en la zona urbana. «Si en las 150 mil manzanas que tiene Santiago se plantaran 40 árboles en cada una, tendríamos un parque de 6 millones, pero en la realidad no llegamos ni al 50%», agrega.

Pero, ¿qué especies deberían repoblar la capital? Por un lado, el arquitecto propone calles parecidas a lo que se ve en Andalucía, España: arbustos del tipo cítricos, como limones y naranjos, gracias a su aporte social y que cuentan con forraje todo el año. La ecóloga, por su parte, plantea echar mano a la flora nativa de nuestro bosque esclerófilo, como el quillay, el peumo, la patagua y el espino. «Estéticamente son lindos, no crecen lento, hacen fotosíntesis todo el año y no necesitan mucha mantención», relata.

¿Parques ostentosos o prácticos?

Para Luis Eduardo Bresciani, director de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Católica, es importante la dimensión social de las áreas verdes. «Se debiera privilegiar no solamente las comunas con mayores déficit, sino que también construir parques asequible peatonalmente para la comunidad», sostiene el arquitecto.

Según el experto, el consenso en el gremio es que cada habitante de Santiago debería tener un parque a no más de tres kilómetros, aunque el escenario ideal sería no más allá de cinco cuadras.

Por eso, dice Bresciani, para la ciudad no es conveniente seguir en la cruzada de los megaparques. En su lugar, «se debe apuntar a parques de tamaños medios, de una o dos hectáreas -parecido a lo que es el Parque Almagro en el centro de Santiago- y que tengan un gran impacto en los vecinos. Con varios de ellos, se mejora mucho el acceso», dice.

«Para tener buenos parques no basta la cantidad, el diseño es crítico para su viabilidad a largo plazo. Faltan procesos participativos, concursos públicos para su diseño, sumar más voces a la hora de establecer un nuevo punto verde», afirma Bresciani.

 

 

 

 

 

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