Al menos seis millones de toneladas de dióxido de carbono de los autos y otras 14 millones de toneladas que generan las industrias, se esparcen cada año por los cielos de Santiago.
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Por desgracia, las características geológicas de Santiago, inmerso en un valle y con el murallón de la Cordillera de Los Andes a sus espaldas, hacen que la nube de contaminación, sobretodo en invierno, se acumule sobre la capital.
Ese es el dilema que quiere enfrentar la arquitecto de la Universidad de Santiago María Ignacia Lucares, quien, con sólo 25 años, piensa que la mejor opción, mientras el mundo busca una solución definitiva para dejar de emitir gases, es que las propias ciudades se devoren el smog. Pero, ¿cómo conseguirlo?
Lucare, quien acaba de terminar su Máster Integrado en Diseño Arquitectónico, fundó B-Morph, un revestimiento para edificios que literalmente se traga la polución. «Es un recubrimiento de fachada construido en base a plástico reciclado, y que a través de nanotecnología absorbe la contaminación atmosférica», relata Lucare, quien resultó una de las ganadoras del premio Despega Usach.
El desarrollo de la chilena tiene una superficie rugosa y con canaletas, asimilando la capacidad natural de los corales marinos para absorber el dióxido de carbono en los mares gracias a su morfología.
Y eso no es todo, ya que su componente nanotecnológico, guardado como secreto industrial mientras patenta el desarrollo, hace las veces de imán para el smog. «Otra de las características de valor es que la tecnología que nosotros usamos hace que el revestimiento se limpie a sí mismo, que sea libre de mantenimiento. Necesito un mínimo porcentaje de humedad para dirigir los contaminantes por las canaletas», explica la inventora.
La contaminación se estratifica entre los 10 y los 100 metros de altura según estudios, cuenta Lucares, por lo que su invento está pensado para el mercado de los edificios en altura. Eso sí, y por ser un simple revestimiento, se puede aplicar tanto en proyectos nuevos como en edificios que ya están en pie.
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B-Morph tiene la capacidad de absorber cualquier tipo de contaminación, aunque «funciona especialmente bien con los compuestos orgánicos volátiles y los óxidos de nitrógeno», dice Lucares. De hecho, estiman que cada metro cuadrado del revestimiento puede capturar unos 84 mg de óxido de nitrógeno por hora. Eso lo convierte en una opción incluso mejor que las fachadas verdes, como se le llaman a las paredes de edificios con pasto y vegetación.
Entonces, en el caso hipotético de implementar el revestimiento en un edificio de 150 metros de altura, donde sus cuatro caras tengan un potencial de 20 mil metros cuadrados, cada 60 minutos, la estructura podría evitar unos 20,16 kilos de contaminación en el aire.
«Tenemos el prototipo pero necesitamos fondo para comprar maquinaria y lanzarla al mercado», cuenta la arquitecta, quien ahora se irá a Texas a una aceleradora de proyectos para incubar su invento y crear su modelo de negocios. Luego, irá a Europa para conseguir inversores.