La red de afectados por el recorte de Conicyt siguen a la deriva. Luego de que el organismo que administra sus becas complementarias, aquella que les permite subsistir para terminar su último año de doctorados e investigaciones, sacara cuentas y decidiera que la mitad de los beneficiados quedaba sin financiamiento, la mayoría duda de que puedan sacar sus estudios adelante.
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Son 241 estudiantes que representan la mano de obra más avanzada que posee el país, pero que tras el recorte en sus promesas tienen a sus sueños al borde de quedar truncos. Sin embargo, más allá del dinero personal que ya no tienen para comer, pagar el arriendo y conseguir su estadía en el extranjero, ponen hincapié en el gran problema que se compra Chile: la cantidad de investigaciones de gran valor que podrían irse al tacho de la basura.
«Hay que entender que en la ciencia del mundo y de chile, los investigadores son estudiantes de doctorado. Ellos son lo que realmente están haciendo los descubrimientos asombrosos. Nosotros los profesores sólo los guiamos en su trabajo», dice el doctor Claudio Hetz, director del Instituto Milenio de Neurociencia Biomédica (BNI).
Bajo el alero del profesor Hetz hay varios jóvenes científicos afectados. «El sistema está mal pensado. Todos sabemos que los doctorados duran en promedio 5 años y medio. Las becas te financian año y medio, si es que no la recortan. Deberían asegurar toda la investigación, por algo acreditan su excelencia académica para entrar a los programas de doctorado», agrega Hetz.
Pioneros
El recorte afectó a cerca del 50% de quienes solicitaron la beca complementaria. En ese lote está Francisca Bertin, quien se enteró de que ya no tendría dinero para su investigación mientras hacía su pasantía en Alemania. «Cuando me enteré de los resultados del concurso fue desgarrador. Cuando llegó mi evaluación con más detalle, notas que sólo te indican números, sin decir por qué son asignados esos valores. Fue como si no hubiese hecho nada, como si mi tesis no tuviera relevancia», dice Francisca desde Alemania.
Bertin, de hecho, investiga la fisiopatología que subyace de las paraparesias espásticas hereditaria, un trastorno que causa debilidad progresiva con espasmos musculares en niños y adolescentes. «Chile se pierde 241 oportunidades de aportar al mundo. Hay otros tesistas que están estudiando el virus del hanta o cómo prevenir las infecciones intrahospitalarias», agrega.
Karin Barrientos, de la Universidad Austral, estudia el rol de la nutrición en la salud de la abeja melífera, importante para balancear ecosistemas y que por efectos del ser humano su población está en peligro. También está Mario Subiabre, de la UC, que se encuentra comprobando que el tratamiento de insulina no corrige el problema endotelial en la diabetes gestacional entregado desde la madre al hijo.
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Y así suma y sigue, desde estudios para retrasar metástasis en ciertos tumores, hasta mecanismos para retrasar daños como el Alzheimer. «Un estudiante que yo codirijo está buscando el uso de plantas autóctonas chilenas para enfrentar enfermedades cerebrales. Encontramos algunas especies que tienen efectos súper positivos para disminuir la neurodegeneración. Hizo una estadía en Holanda, lo aceptaron y allá se enteró que al volver a Chile no va a tener beca», recalca Hetz.
La red de afectados sabe que el problema recién se podría resolver a nivel de consejo superior de Conicyt, pero las respuestas no llegan. Por eso, piden un pronunciamiento desde La Moneda, lugar en donde el Ejecutivo podría asignar fondos especiales para permitir a los 241 jóvenes terminar sus investigaciones, muchas de ellas de alto impacto para la comunidad científica mundial.