Aparecieron como la gran panacea del ahorro energético en los hogares pero su proliferación resulta ahora un problema no menor. Las luces LED frías llegaron para quedarse, y con ellas, la contaminación lumínica amenaza los cielos nocturnos de todo Chile. Y en especial los sitios astronómicos por excelencia: Coquimbo, Atacama y Antofagasta.
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El exceso de luz en las urbes del país preocupa tanto a las autoridades de gobierno como a los círculos internacionales de la astronomía. Eso quedó en evidencia en la última asamblea de agosto pasado de la Unión Astronómica Internacional (IAU), en Viena, lugar en donde Richard Green, una de sus autoridades, señaló a los asistentes que los cielos de Coquimbo ya no eran los de antaño.
No es la nubosidad, el viento ni el smog el que hoy interfiere con los radiotelescopios más avanzados del planeta que se posan en Chile, sino que la propia luz de las ciudades. ¿Los culpables? la mayor cantidad de fuentes lumínicas al pasar los años, y especialmente la proliferación de la luz LED fría, que hoy es la protagonista de la luz hogareña, de empresas y el alumbrado público.
En búsqueda de rescatar lo prístino de los cielos nortinos de antaño, el 24 de abril pasado entró a revisión nuevamente la norma lumínica, a cargo del Ministerio del Medio Ambiente (MMA). En ese proceso, el gobierno buscará ponerle un freno a la bestia negra de los cielos nocturnos, además de extender el castigo y fiscalización para la sobreiluminación en todo Chile.
«Tenemos una norma lumínica desde el año 1998, donde se estableció la protección para la observación astronómica. Si bien la norma se ha actualizado, la contaminación va en aumento y por eso estamos revisando la norma nuevamente», explica a Publimetro Igor Valdebenito, jefe del Departamento de Ruido, Lumínica y Olores del MMA.
Ámbar
La propuesta de la cartera es incorporar a la norma los factores de salud humana y cuidado de la biodiversidad. Es decir: que las restricciones se extiendan a todo Chile. Eso porque los efectos de la luz azul -que proviene de la luz fría-, según diversos estudios y sondeos, ya está afectando a las personas y fauna que habitan las urbes.
La normativa, según aspectos técnicos, regula la certificación y cantidad de lúmenes -unidad de medida de incandescencia- de la luminaria pública e industrial en las regiones del norte. La idea del MMA es además establecer requisitos mínimos en todas las ciudades del país. Uno de los mecanismos sería rediseñar las condiciones para proyectos de alumbrado y sitios públicos.
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«Lo que la norma hace es que la instalación de la luminaria sea solo hacia el suelo, de modo que no se instale dirigiendo hacia el cielo. En ese sentido, si pusiéramos restricción a la luz fría, las luminarias de luz ámbar deberán ser certificadas en el laboratorio. Hay que determinar que la luminaria cumpla el rango de iluminación necesaria. Tenemos que evaluarlo con Energía, porque ellos son los mandantes del reglamento de alumbrado público», explica Valdebenito.
Hechar mano a la luz ámbar -conocida popularmente como cálida- no es antojadizo, puesto que este tipo de luz proyecta menos luminiscencia al cielo y no trastoca la salud como la fría. «Al inicio de la tecnología LED, venía vinculada a la luz blanca, pero ahora hay suficiente tecnología para incorporar el LED Ámbar en las calles».
Según indican desde Medio Ambiente, también se hará aún más exigentes las restricciones en las regiones de Coquimbo, Atacama y Antofagasta. De hecho, un estudio de la Oficina de Protección de la Calidad del Cielo del Norte de Chile dio cuenta de que las ciudades de Coquimbo y La Serena aumentaron el brillo del cielo nocturno en hasta un 2% sobre observatorios en el Cerro Tololo, Pachón, La Silla y Las Campanas. Suena minúsculo, pero con la sensibilidad de los telescopios modernos, es una interferencia a tener en cuenta.
El lado oscuro de la luz fría
«A nosotros nos interesa extender esta preocupación en la iluminación interior, ya que la norma solo afecta a exteriores», dice Igor Valdebenito, jefe del departamento de Lumínica del MMA. Desde la cartera ponen cuidado en el uso de la luz LED fría, que hoy se vuelve predilecta en los hogares.
«La luz blanca o fría está pensada para ciertos lugares de la casa donde no somos expuestos durante largo tiempo a esa luz. Donde no estemos con celulares, en la televisión o leyendo», dice el experto. Eso porque ese tipo de LED libera gran cantidad de luz azul, elemento que afecta patrones de sueño, estresa la vista, afecta la salud e interfiere con la vida silvestre. De ahí que los smartphones dispongan de filtros para atenuar la luz azul.
En términos de luminaria pública también tiene sus contras, más allá de su eficiencia. Un poste de luz fría puede sobrepasar los 13620 lúmenes, mientras que las LED ámbar de banda angosta no superan los 4 mil lúmenes. Hace unos cuantos años, esos focos de luz cálida eran significativamente más caros, sin embargo, con el tiempo, esa brecha se recortó significativamente.