Olas fantasmas, olas gigantes, murallas de agua o rogue waves, distintas denominaciones para un mismo fenómeno en alta mar que causa estragos en los navíos y que los especialistas no han podido descifrar por completo.
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Este tipo de ola se caracteriza por su enorme masa de agua, aparecen de formar repentina, en algunas ocasiones en un mar clama y pueden tener alturas semejantes a edificios de diez pisos. Estas verdaderas murallas de agua pueden viajar cientos de kilómetros antes de deshacerse.
En 2010, dos personas resultaron muertas cuando una ola gigante golpeó al crucero Crown Iris en el Mar Mediterráneo. En 2008, en las costas de Sudáfrica tres turistas murieron por el mismo fenómeno. La historia se repitió en la Bahamas en junio del 2005. En medio de una competencia de pesca dos competidores quedaron atrapados en una cadena de olas gigantes. «En un segundo todo estaba bien y al segundo siguiente estábamos invertidos en el Atlántico».
La investigación chilena
Para conocer más sobre estas olas gigantes, un equipo multidisciplinario de investigadores chilenos, en el que participan expertos y expertas de la U. de Chile, logró simular en sistemas ópticos las también llamadas ondas rogue. «Estos eventos extremos son muy raros que aparezcan, siendo además difíciles de entender y de predecir”, señaló Carla Hermann, académica del Departamento de Física de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas (FCFM) e investigadora del Instituto Milenio de Óptica MIRO, quien forma parte de este proyecto.
Sobre la importancia del proyecto la investigadora explica que el proyecto “Básicamente podría servir para desarrollar experimentos en un pequeño laboratorio, en este caso nuestro cristal, y comprender mejor cómo se forman estos eventos y cómo poder controlarlos luego en sistemas naturales más grandes como por ejemplo el océano”, explicó Hermann, quien señaló además que en futuros experimentos pretenden explorar nuevos mecanismos y parámetros del sistema, para determinar las condiciones que hagan aparecer este tipo de eventos y correlacionarlos con otros eventos extremos en la naturaleza.
El experimento
El experimento consiste en enviar luz a un cristal sensible a la luz, para luego analizar lo que pasa a la salida de este con una cámara CCD. Para generar eventos extremos se aplica un voltaje externo, se esperan unos 15 minutos para que el sistema se estabilice y se toma una foto de la cara de salida del cristal. Se repitió el experimento 30 veces y luego se hizo estadística a las imágenes obtenidas. Tras analizar los datos usando el criterio de ondas de rogue, se observó la existencia de eventos extremos tanto de forma experimental como de forma teórica, con un modelo muy simple.
El equipo, además de la doctora Hermann, incluyó a Rodrigo Vicencio (también académico DFI e investigador MIRO), y a los investigadores Ignacio Salinas, Danilo Rivas y Bastián Real, todos de la Universidad de Chile; a ellos se sumaron a Ana Mancic, de la Universidad de Nis, junto a Cristian Mejía, de la Universidad del Atlántico, y Aleksandra Maluckov, del Vinca Institute of Nuclear Sciences.