Actualmente, el mercado laboral es muy competitivo y los cambios son cada vez más vertiginosos. Muchas veces ocurre que las empresas no cuentan con los recursos humanos suficientes para realizar todas las tareas requeridas o no tienen el equipamiento o material necesario para hacerlo en forma más eficiente.
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Junto con esto, en algunas oportunidades las decisiones se toman a último momento y si bien había una tarea perfectamente planificada, hay que salir a realizarla rápido, sin el tiempo que se había pensado destinar para eso. A esto se suma que en algunas oportunidades los colaboradores tienen que tomar decisiones difíciles con poco tiempo de análisis y sin mucho descanso, por la carga de tareas. Las condiciones adversas pueden ser muy variadas y todo eso lleva a que la presión laboral se convierta en estrés.
Según explica Sara Mendoza, gerente de Marketing de la empresa de recursos humanos VISMA/Raet, “trabajar bajo presión implica seguir siendo eficientes aún cuando no se cuente con los recursos o el tiempo suficiente».
Y pese a que puede parecer complejo, sobre todo frente a determinadas circunstancias, la especialista afirma que «mantener el equilibrio en situaciones como ésta es una habilidad que puede desarrollarse”.
Tips para lograr sobrevivir al estrés
La profesional entrega algunos tips para sobrellevar la presión y lograr un buen desempeño, inclusive en un escenario desfavorable:
1. Organizarse: Distinguir qué tareas son las más importantes y urgentes, y llevarlas a cabo por orden de prioridad. Mejor aún si se realizan en el momento del día en que uno es más productivo.
2. Mantener una actitud positiva: Es clave entender que el estrés depende en gran medida de cómo uno reacciona a las cosas que le pasan o a las circunstancias externas. Siempre se puede culpar al jefe, a la falta de recursos, al tráfico, al poco tiempo para entregar los proyectos, pero hay que tener en cuenta que se puede aprovechar una situación adversa y hacer que la presión juegue a favor. En lugar de victimizarse y ver la dificultad como una amenaza, se puede entender que se trata de un desafío y una oportunidad de crecimiento, de poner en práctica los propios conocimientos y demostrar lo que uno vale.
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3. Revisar las exigencias externas y las autoexigencias: Ser objetivos frente a lo que realmente se necesita versus lo que creemos deberíamos entregar. Analizar la magnitud real de la “amenaza” y adjudicarle el lugar que le corresponde. No hay que imponerse una presión desmedida. Hay que aprender a ser asertivos, a dar una opinión de manera adecuada y justificada, a decir que no, a delegar, a pedir ayuda.
4. Disciplina: Llegar más temprano a la oficina para evitar agregar el estrés de empezar el día corriendo. Tomar un desayuno nutritivo para tener más energía durante el día. Dormir, por lo menos, siete horas.
5. Recordar los propios proyectos exitosos: Ya hemos pasado por alguna situación adversa, de estrés, y sabemos que pudimos cumplir con los “deadlines” impuestos. Se puede vencer la dificultad. Hay que visualizar el próximo éxito.
6. Aprender a manejar la frustración: Al no obtener los resultados esperados, hay dos alternativas: frustrarse o aceptarlo. La mejor opción es aceptarlo, pero sin ser conformistas. Disfrutemos de lo que sí hemos logrado y sigamos en la búsqueda de aquello que anhelamos. Hay que aprender la lección de aquellas experiencias que salieron como esperábamos.
7. Realizar ejercicios de relajación y actividad física: Ayudarán a disminuir la sensación de ansiedad y a liberar el estrés acumulado durante el día.
“El mundo actual nos exige ser expertos de la inmediatez y trabajar bajo presión. Sin embargo, este tipo de trabajo no necesariamente es negativo sino, por el contrario, puede ayudarnos a sacar provecho, a mantenernos enfocados, a demostrar nuestra creatividad y proactividad”, concluye Mendoza.