Nunca en la historia de la justicia argentina había existido un monto tan elevado en relación de compensación económica. Un fallo obligó a hombre a pagar a su ex esposa $8 millones de dólares por 30 años de trabajo doméstico.
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La mujer dedicó toda su vida de casada a mantener las tareas del hogar y a criar a sus hijos, por lo que sacrificó su carrera de Economía al dedicarse cien por ciento a una vida tradicional y patriarcal mientras su esposo trabajaba todo el día fuera de casa.
Después de la separación, la mujer se quedó sin sustento económico y atravesó momentos muy difíciles, por lo que decidió demandar a su ex marido por el trabajo doméstico que desempeñó durante su vida matrimonial.
Según el Código Civil y Comercial se contempla que el cónyuge que tiene un desequilibrio o que manifieste un empeoramiento de su situación debido al divorcio, tiene derecho a una indemnización. La Jueza a cargo del caso, María Victoria Famá, consideró la perspectiva de género como justificación de su decisión.
“La dependencia económica de las esposas frente a sus maridos es uno de los mecanismos centrales mediante los cuales se subordina a las mujeres en la sociedad. En la mayoría de las familias las mujeres todavía asumen principalmente la carga de las tareas domésticas y el cuidado de los hijos, aun cuando desempeñan alguna actividad externa”, indicó en el veredicto.
Además, otro factor que se tomó en cuenta fue la edad de la mujer, cuya separación se produjo a sus sesenta años, tiempo en que las mujeres en Argentina pueden jubilarse, pero en este caso la ex esposa quedó privada del mercado laboral ya que nunca desempeñó su carrera en el tiempo que estuvo casada.
Para calcular el monto que recibirá la mujer, se estimó “las circunstancias personales y situación patrimonial de las partes», ya que la mujer sacrificó su carrera para dedicarse a la vida familiar, por lo que se argumenta que el valor no sería el mismo si la persona no tuviera formación profesional.
La Cámara llevó el caso con una perspectiva de género ya que se tomó en cuenta temas como la desigualdad económica y cultural entre el hombre y la mujer, por lo que no se toma como un pago sino como una compensación para equilibrar e igualar la situación de ambas partes.