27 kilómetros de longitud mide el experimento científico más grande de la humanidad: el gran Colisionador de Hadrones (Cern). La superestructura, ubicada en el límite entre Suiza y Francia, tiene la específica y difícil misión de hallar todas las partículas que al hombre le falta encontrar para comprender el universo. Y es allí donde Chile, era que no, está cumpliendo un rol para nada secundario.
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Fue en el año 2008 cuando Conicyt firmó un acuerdo de colaboración con el CERN, y que recién este año se está materializando con un aporte significativo, nada menos que al detector ATLAS.
La Universidad Católica, liderada por el profesor Marco Aurelio Díaz, y la Universidad Federico Santa María, con el doctor Claudio Dib, son quienes asumieron la misión de apoyar el mega experimento. Este año enviaron 6 módulos de alta tecnología con destino a Suiza, donde se ensamblarán para mejorar el ya ultra avanzado detector.
La misión de los chilenos es sofisticar los detectores de muones, unos espectómetros que van ubicados en las tapas del cilindro gigante Atlas. Pero, ¿qué son estas partículas? «Los muones son partículas cargadas que se parecen mucho a los electrones, aunque son mucho más pesados. En todo momento los recibimos de los rayos cósmicos», explica el doctor Díaz.
Cada módulo de los chilenos mide cerca de un metro, y está hecho de una serie de alambres conductores en su centro, que forman una corriente que se amplifica para detectar todo lo que por allí pase.
Historia
Fue en 2012 cuando el Gran Colisionador de Hadrones saltó al estrellato luego de revolucionar la ciencia con el descubrimiento de la «partícula de Dios», conocida científicamente como bosón de Higgs. Dicha partícula fue la encargada de darle la masa al universo luego del Big Bang, y aún sería teoría de no ser por el Cern.
Lo que hace la megaestructura es llevar las partículas al límite, obligándolas a colisionar a fuerzas inimaginables por medio de un haz de luz y energía. La esperanza con la ciencia es que ese proceso deje en evidencia nuevas partículas desconocidas por el hombre. Por desgracia, no es tan sencillo.
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«Desde que comenzó a funcionar el colisionador, todos esperaban hacer muchos descubrimientos, como neutrinos pesados o partículas de materia oscura. Lo cierto es que después del bosón de Higgs no se descubrió nada más. Por eso es que el colisionador se está mejorando para utilizar mucha más luminosidad y energía», cuenta Dib, director del Departamento de Física de la UTFSM.
Acá en Chile, la Federico Santa María confecciona dos placas en forma de trapecio y con una infinidad de cables del grosor de 10 micrones en su interior. Luego de eso, llegan a la UC y allí le agregan un circuito electrónico para computarizar al detector. Tras eso se embala, se acolcha para evitar daños y se despacha en avión rumbo a Suiza.
Las partícula que desean capturar los chilenos es muy inestable. De hecho, apenas interactúa dentro del colisionador porque sale disparada y es imposible de detener. Eso sí, su fin último no son los muones, sino que todo lo desconocido que pueda venir con ellos. «Las partículas exóticas usualmente viven muy poco, se desintegran en otras y entre ellas es muy probable que hayan muones». , explica el doctor Díaz.
Los chilenos deben construir 32 módulos, que serán ensamblados en Suiza hasta construir una especie de rueda con un orificio en el centro y que irá en la tapa del Atlas. A lo largo de este año, esperan despachar la mitad.
Los científicos chilenos no esconden su felicidad de ser parte de la historia. «Uno siente un orgullo enorme, solo por el hecho de participar en el ATLAS es magnífico y más aún estar haciendo un pedazo de detector. Esto es nuevo en nuestra industria, un gran paso en nuestras universidades», enfatiza Díaz.
«Esta experiencia se resume en una sola cosa: demuestra que en Chile se pueden hacer cosas de muy alta tecnología. Lo mejor es que en este trabajo de última generación uno está entrenando a jóvenes que más adelante le harán un aporte a la industria chilena», opina Dib.
Para nada improbable sería que el próximo gran hallazgo de la humanidad venga del Atlas, ese gigante cilindro enterrado bajo tierra donde dos equipos científicos universitarios fueron los protagonistas.