Polémica hay en la capital de Holanda porque la alcaldesa de Ámsterdam, del Partido Ecologista, Femke Halsema, pretende bajar las cortinas de las vitrinas de prostitutas ubicadas en el centro de la ciudad, o mandarlas a la periferia.
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Alrededor de 600 trabajadoras sexuales ofrecen sus servicios a la vista de los transeúntes, y su exposición se ha convertido en un atractivo turístico que invita a los visitantes a pasar por el lugar, sin que tengan necesariamente la intención de contratar sus servicios. Del total de mujeres más del 50% corresponde a inmigrantes de Europa del Este y de Latinoamérica, y la cantidad de holandesas no supera el 20%.
“Se legalizó porque pensamos que es una oportunidad para que la mujer que la ejerce sea independiente. Es un hecho histórico en el centro urbano, pero se analiza desde un punto de vista moralizante, o bien a base de discusiones muy polarizadas. Hablar con todo el mundo y alcanzar un consenso es necesario, aunque la decisión final compete al Ayuntamiento. Yo animo al debate”, explicó la alcaldesa que presentó un proyecto para terminar con las vitrinas.
En Holanda la prostitución es legal desde el año 2000, y por eso las trabajadoras sexuales pagan impuestos y tienen beneficios sociales.
“Deben garantizarse los derechos de las prostitutas para que trabajen de forma autónoma, pero reconozco que el bario rojo se ha convertido en una atracción turística y la gente se ríe de ellas, las insulta o las fotografía sin su permiso. Luego hay que combatir el tráfico de personas, el fraude y el blanqueo de dinero y devolver la tranquilidad al barrio”, agregó.
En el sindicato de prostitutas la iniciativa cayó muy mal. Una dirigenta, conocida por su nombre artístico de Foxxi Angel, declaró a medios locales que «las mujeres deben tomar sus propias decisiones y hay que dejarlas operar por su cuenta. Todas saben cómo acceder a la policía o a las instancias locales adecuadas si pasa algo, no es necesario obligarlas a pedir una licencia para tener clientes en casa con la excusa del tráfico de personas”.
“Que dejen las ventanas como están y no prohiban las casas particulares con la excusa de que ahí puede haber tráfico de personas. El problema es la masificación turística, pero de eso tiene la culpa la municipalidad, no las mujeres. Las trabajadoras han estado siempre ahí, y a los turistas los atrae la ciudad que hace muchos años hace publicidad sobre el atractivo de las chicas en las vitrinas», reclamó la dirigenta.