Trump habrá sacado menos votos que Hillary Clinton, pero gracias al sistema electora de EEUU se convirtió en su presidente y está llevando a cabo su programa de gobierno, el cual incluía tolerancia cero con la inmigración ilegal.
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Aún así, pocos pensaban que las condiciones en que iban a quedar las personas rechazadas por la potencia americana iban a ser tan deplorables, como han denunciado varios artículos de prensa y parlamentarios demócratas.
Una publicación del The New York Times y The El Paso Times acusó que en una estación de patrulla fronteriza en Clint, Texas, «el hedor de la ropa sucia de los niños era tan fuerte que se extendió a la propia ropa de los agentes. La gente de la ciudad apretaba su nariz al pasar por allí al salir del trabajo. Los niños lloraban constantemente».
«Una chica parecía querer suicidarse, por lo que los agentes la hicieron dormir en un catre frente a ellos, para tenerla a la vista mientras procesaban a los recién llegados», dice el reporte.
Esa realidad también la vieron legisladores demócratas que visitaron centros de detención y denunciaron haber constatado «aglomeración masiva en celdas, sin agua corriente, donde ni niños ni adultos tenían acceso a medicamentos, y no se duchaban por hasta dos semanas».
Entre los maltratos denunciados están el uso excesivo de la fuerza, detenciones arbitrarias, separación de familias, negación de servicios esenciales, así como repatriaciones y expulsiones forzadas.
La congresista de Nueva York, Alexandria Ocasio-Cortez, visitó las instalaciones de Clint, y dijo que «la gente está bebiendo de los inodoros y los oficiales se ríen frente a nosotros. Se lo comenté a sus superiores y dijeron que están bajo estrés, por eso actúan así a veces. Nadie se hace responsable».
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«Esta administración ha establecido campos de concentración en la frontera sur de Estados Unidos para migrantes, donde están siendo brutalizados con condiciones deshumanizantes y muriendo», agregó Ocasio-Cortez.
Erika Guevara-Rosas, de Amnistía Internacional, dijo a la BBC que «los campos de concentración no siempre fueron campos de exterminio, y las atrocidades en ellos fueron a menudo consecuencia del hacinamiento y deterioro de sus condiciones».
«El debate no tiene que ser sobre cuál es la terminología», dijo. «El foco debería de ser las condiciones infrahumanas de encierro que se encuentran cientos de miles de migrantes».
«Si se trata de hacer una reflexión de lo que estos centros de detención de personas migrantes hoy día constituyen en EE.UU, no habría dudas en llamarlos campos de concentración», concluyó Guevara-Rosas.
La situación también motivó a la alta comisionada de DDHH de la ONU, Michelle Bachelet, a pronunciarse.»Como médica, pero también como madre y ex presidenta, me consterna que haya niños que deben dormir en el suelo y en instalaciones que están repletas, sin acceso adecuado a atención médica ni alimentos, y en pésimas condiciones de saneamiento», declaró.
Bachelet sostuvo que los niños nunca deben ser detenidos por razón de su estatus migratorio o separados de sus familias, y que urge que las autoridades estadounidenses encuentren alternativas que no impliquen su encierro.
Trump.
Donald Trump la semana pasada declaró ante las críticas que «si los inmigrantes ilegales no están contentos con las condiciones en los centros de detención construidos o reacondicionados rápidamente, díganles que no vengan. ¡Problema resuelto!».
Ahora volvió a hablar del tema. «Empezaré a mostrar algunos de estos centros de detención a la prensa. Quiero que la prensa entre y los vea», dijo el mandatario a periodistas en Morristown, New Jersey.
“Están llenos porque la gente viene, pero ahora, gracias a México, se está desacelerando”, agregó.