Jenaro Gajardo Vera fue muchas cosas: pintor, abogado, poeta, fundador de sociedades, autor de tres libros, casi ministro e incluso se las dio de cantante. Sin embargo, el nacido en Traiguén (1919) es conocido en el mundo entero por un solo hecho anecdótico: ser el chileno que inscribió la Luna a su nombre.
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Curiosamente, el único satélite natural de la Tierra, por allá por 1954, costó la módica suma de 42 pesos chilenos de la época. Ese fue el monto que desembolsó don Jenaro, en Talca, cuando se presentó ante el conservador de bienes raíces, César Jiménez Fuenzalida, para hacerse con la Luna.
¿La razón? Según el propio relato del abogado, quería pertenecer al exclusivo Club Talca, pero no cumplía con un requisito básico: tener una propiedad a su nombre. Fue así como en una noche de septiembre de ese año, sentado en una banca de la plaza de su ciudad, tuvo la gran idea.
Quienes conocen bien la historia son los miembros de la Sociedad Los Cóndores de Talca, agrupación fundada tres años antes por el propio don Jenaro, en la misma plaza y con el nombre de los 13 socios fundadores escritos en una servilleta. «Era un poeta, pero sobre todo un soñador», dice Edgardo Aravena, miembro y ex presidente de la agrupación.
El talquino recuperó datos y curiosidades de don Jenaro, la mayoría por miembros antiguos que lo conocieron, como Juan Ignacio Moreno.
«¿Tú sabes bien lo que estás haciendo, Gajardo?» -Sí, le replique al notario-. Y me dijo, «mira, tienes toda la razón del mundo: pertenece a la Tierra, tiene deslindes, tiene dimensiones. No creo que nadie la haya inscrito, pero de aquí en adelante te van a tildar de loco». -No importa, le repliqué-. Esa es parte de la conversación al momento de inscribir la Luna que atesoran en uno de los archivos de la sociedad, fruto del testimonio del propio Jenaro.
En la agrupación incluso documentan que el por entonces ministro de la Corte Suprema, Rubén Galecio, bromeó con que entonces Marte sería suyo, afirmación el propio Jenaro refutó diciendo que no podía inscribirlo porque no pertenecía a la Tierra.
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¿Cuan legal fue lo que hizo el poeta? En la legislación de la época, se podía reclamar propiedades si se establecía que eran parte de la familia desde antes de 1857. Eso fue lo que escribió en papel ante notario, luego pagó el trámite y posteriormente lo publicó tres veces en el Diario Oficial por si alguien se oponía. Y nadie lo hizo.
La veracidad su título, en términos legales, no se pudo desmontar al menos hasta 1967, año en que se firmó el Tratado del Espacio Ultraterrestre, donde se prohibió la compra y apropiación de cuerpos celestes por parte de países. Entrando en la especulación, recién en 1984, cuando se declaró a la Luna como parte del patrimonio de la humanidad, se abolió que personas naturales pudieran poseerla.
Una de las mayores anécdotas, aunque la única fuente es el relato de don Jenaro, fue cuando en los meses previos al arribo del Apolo 11 a la Luna, el presidente Richard Nixon le habría hecho llegar, por medio de agregado cultural en Chile, una carta con el aviso de que alunizarían en su propiedad. De todas maneras, los Cóndores de Talca recuerdan sus palabras. «Autorizo, en nombre de Jefferson, de Washington y de Walt Whitman, el feliz arribo de los tres valientes a mi satélite, expresando el deseo de que regresaran sanos y salvos».
Si bien no hay confirmación del telegrama de Nixon, incluso una noticia en el The Times estadounidense, da cuenta de eso el 15 de julio de 1969.
«Siempre recordamos a Jenaro Gajardo. Fue el socio fundador y en varias de nuestras reuniones volvemos a tocar el tema», dice Aravena. De hecho, aún mantienen la servilleta de hace 68 años donde se fundó la sociedad. «Se mantiene con los mismos ideales de esa época: ser una agrupación de amistad con fines culturales y sociales», agrega.
Los Cóndores hoy tienen 20 miembros, y se siguen reuniendo al menos dos veces por mes. Otra de las anécdotas olvidadas, es que don Jenaro fue gran amigo de Salvador Allende. Incluso en su momento le dio el consejo de no presentarse por cuarta vez como candidato presidencial, pero no le hizo caso. En su lugar, le dijo que tenía las intenciones de que él fuera el ministro de Educación.
«Nunca le cobré la palabra, y si lo hubiera hecho, habría sido ministro, porque era persona de honor. El hombre valía, pero terminó mal», dijo alguna vez Gajardo.
Por su faceta de poeta, recuerdan, fue gran amigo de Pablo Neruda, quien alabó uno de los poemas que Jenaro escribió sobre las amapolas. Otra de sus creaciones, en su libro «Copas de Fuego», fue el poema Lunario, que entre sus prosas, se adelantó al propio Apolo 11: «un día el hombre va a llegar a ella (la Luna) y traerá entre sus manos la pulpa inerte de nuestro satélite».
Gajardo falleció en 1998, a la edad de 79 años, en Santo Domigo. Y su obra, que catalogó como un acto poético y artístico hacia la humanidad, la terminó de plasmar en su testamento, donde dejó simbólicamente su propiedad a todos los chilenos. «Dejo a mi pueblo la Luna, llena de amor por sus penas», escribió.