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¿Flygskam en Chile? agrupaciones llaman a tomar consciencia por la huella de carbono que generan los viajes en avión

Grupos ambientalistas coinciden con la tendencia que se originó en Suecia. Eso sí, más que no volar, piden que se fomente la política de construir trenes rápidos por todo el país.

«Flygskam». Ese concepto fue creado en Suecia, y se traduce literalmente como la «vergüenza de volar». Desde un tiempo a esta parte, el país escandinavo ha entrado en una tendencia por preferir medios de transporte terrestre antes que el avión, a pesar de las grandes distancias, con el único fin de disminuir la huella de carbono que cada uno produce. Ese afán de a poco comienza a permear en Chile.

Aunque parezca lo más moderno y contingente, el avión es, de hecho, el medio de transporte más dañino para el medio ambiente. Por eso es que en Europa son varios los que prefieren el tren para los trayectos largos.

Acá en Chile, instituciones como el Instituto de Ecología Política van en la misma línea. Su presidente, Manuel Baquedano, ya se considera derechamente como un adherente y practicante del Flygskam.

«Lo que detonó en mí esta sensación de no querer tomar aviones fue en un reciente viaje a Cuba que tuve, a razón de un seminario sobre ecología y medio ambiente. Ese mismo día supe que el aeropuerto internacional de Santiago consumía 5 millones de litros de kerosene diarios. No lo podía creer», explica a Publimetro.

Según cálculos hechos por la Agencia Ambiental Europea (EEA), un pasajero que se desplaza en avión genera 285 gramos de dióxido de carbono por kilómetro. Por su parte, una persona en tren, el medio masivo menos contaminante del mundo, aporta unos 14 gramos de CO2 cada mil metros.

«Saqué el cálculo de que mi viaje era de 14.800 kilómetros. Eso hace que mi huella de carbono fuera de 4,2 toneladas. Antes sabía de esto, pero pensaba que mi trabajo como activista ambiental revertía gran parte del daño. Ahora no: ese solo viaje hace que un chileno emita el 85% de la huella que genera en un año», enfatiza el sociólogo.

En esa línea, Macarena Guajardo, directora de la Fundación Basura, explica que «a nosotros nos gusta promover la idea de dejar el avión». Eso sí, detalla que su mirada en ningún caso es tajante o prohibitiva. ¿La razón? «Sabemos que el contexto en Chile no permite ser tan proactivos como en Europa. La misma realidad de trabajo, más de alguna vez, ha hecho que el avión sea nuestra única opción».

De hecho, lo que promueven las organizaciones es que surjan políticas públicas de fomento a la construcción de trenes rápidos por todo Chile, que desincentiven el uso del auto particular y el avión. «No solo favorecerían al medio ambiente, sino que también al turismo», dice Guajardo.

En esa línea, el Gobierno dio el primer paso al llamar a la licitación del tren rápido Valparaíso-Santiago, que uniría ambas ciudades en 45 minutos. Gesto no menor, si se considera que en fines de semana largos, hasta 400 mil vehículos particulares recorren ese tramo.

Lo que propone el Instituto de Ecología Política es que rápidamente surjan proyectos de ese tipo, y que aseguren, en su primera etapa, al menos la conectividad entre La Serena y Concepción.

«Este un tema que entró a conversarse, hay mucha gente que tiene ese malestar. Lo que yo decidí es dejar de volar de aquí a 2030, por lo que ahora bajaré gradualmente mis viajes anuales», cierra Baquedano.

 

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