Uno plantea bajar lo que se trabaja por semana de 45 a 40 horas, mientras el otro estipula 180 horas mensuales, pero que se pueden distribuir para trabajar incluso solo cuatro días a la semana, además incluye otros aspectos como el teletrabajo y cambios en los días de descanso y horas extras.
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Oposición y Gobierno se vuelven a enfrentar esta vez por el tiempo que le deben destinar las personas a su empleo. El primero, promovido por la diputada comunista Camila Vallejo, fue aprobado en la comisión de Trabajo de la Cámara de Diputados, lo que ha sucitado las críticas del Gobierno, quien ahora plantea arremeter con su proyecto presentado a inicios de mayo y que busca reactivar ahora en agosto.
“Lo que hace es rebajar la jornada bruscamente sin establecer ninguna medida de flexibilidad, tarde o temprano le va a terminar afectado en la remuneración a los actuales trabajadora», acusaba el ministro del Trabajo, Nicolás Monckeberg en un seminario, mientras que la parlamentaria acusa que «el Gobierno junto con los grandes grupos empresariales están en una batalla campal contra el proyecto y establecieron una política del terror”.
Si la idea es mejorar la calidad de vida de los trabajadores y también mejorar la baja productividad de nuestro país, que lidera en horas de trabajo, pero que están lejos de ser eficientes ¿cuál de los dos proyectos apunta mejor en esa dirección? Expertos apuntan a mirar las dos proyectos en conjunto.
“Ambas iniciativas son complementarias, sin embargo, por si solos ninguno logra un aumento en la productividad, dado que no introducen los cambios que se requieren en los procesos productivos y competencias de personas”, sentencia Jorge Betzhold, docente del diplomado en desarrollo de personas y organizaciones de UNegocios de la U. de Chile
Similar opinión tiene Rodrigo Saldías, economista y académico de la Escuela de Economía y Negocios de la Universidad Central, quien apunta que “a veces el logro de dos objetivos no está tan claro cuando tienes solo un instrumento. Sin embargo, podría explorarse la posibilidad de ambas opciones, dependiendo del sector y de la labor a desempeñar”.
Pese a lo anterior, ambos especialistas subayan que ninguna de las dos iniciativas es completa en apuntar a lo que se necesita hoy en cuanto a o laboral.
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Para Betzhold es necesario mejorar las capacidades de los trabajadores locales. “Al compararnos con los países de Ocde trabajamos más horas que muchos, pero también estamos en los últimos puestos en las competencias de comprensión lectora, matemática y digital”, indica. Mientras Saldías, sostiene que hay “una deficiente gestión del recurso humano, asociado a esquemas de incentivos laborales que no permiten mejorar los desempeños en el trabajo”.
La deficiencias de ambos
Ambos proyectos por separado, según los académicos, tienen sus propias deficiencias. Respecto de rebajar la jornada a 40 horas, la diputada Vallejo afirma que se prohíbe la rebaja de sueldos. Pero se podría dar un vacío en esto.
Si bien el académico de la Facultad de Economía y Negocios de la U. de Chile afirma que la iniaciativa puede establecer esa obligatoriedad, “es importante considerar que empresas pequeñas, o en industrias con pequeños márgenes, no se podrá absorber el aumento en costo y esto implicará recontrataciones a menor sueldo”.
En tanto, respecto de la iniciativa del Ejecutivo, la debilidad está por el lado de la posición de negociar que tengan empleado y empleador para acordar la jornada flexible.
“Efectivamente la propuesta de flexibilidad del Gobierno asume que existe una relación balanceada entre el trabajador y el empleador, pero lo cierto es que en algunos sectores y labores no hay garantía de aquello”, remarca el profesor de la U. Central, quien añade que «la legislación laboral chilena no da garantías de igualdad en el trato en las relaciones laborales”.