Este jueves 5 de septiembre se conmemora a nivel internacional el “Día de la Mujer Indígena”. La fecha recuerda el asesinato de Bartolina Sisa, mujer aymara, de nacionalidad boliviana, considerada heroína nacional y asesinada por los españoles en la ciudad de La Paz en el año 1782. La historia narra que la mujer fue traicionada por otros líderes indígenas y capturada por los defensores de la corona española. Para amedrentar a la población, Bartolina fue arrastrada desde la cabeza por un caballo para posteriormente ser descuartizada y repartida en diferentes lugares donde participó de la resistencia.
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237 años después del asesinato de la líder, las oportunidades, remuneraciones y acceso a servicios básicos de las mujeres indígenas siguen siendo considerablemente menores que sus pares y de personas que no son parte de pueblo originarios. Así lo demuestra un estudio realizado por el Departamento de Estudios de la Consultora Etnográfica + Research.
Entre las conclusiones más relevante del estudio de las mujeres indígenas chilenas, es que en promedio existe una una diferencia de $36.145 menos respecto a la renta percibida por los hombres indígenas; $63.692 menos que las mujeres no indígenas y $160.901 menos que los hombres no indígenas.
Otro dato que refleja la brecha social y económica en la que viven las representantes de los pueblos originarios , muestra que ellas son las más pobres, alcanzado el 14,7%, que en términos numéricos es un estimado de 131.983 de ellas, de las cuáles el 3,9% vive en pobreza extrema, es decir, 34.903.
Triple discriminación
Para Carola Naranjo, directora ejecutiva de la consultora Etnográfica, “las mujeres ya están en desigualdad con los hombres en general en la sociedad y cuando a esto le ponemos la variable del significado de la pertenencia indígena, esta profundidad de la desigualdad hacia las mujeres es más dramática.”.
En el ítem de sistema previsional, el 90,3% las mujeres indígenas están en el sistema público, el 37,2% en Fonasa A y 28% en Fonasa B. Solo un 6,6% de ellas está en Isapre, menos de la mitad de la proporción de mujeres no indígenas en Isapre, las que alcanzan el 14,1%.
“La discriminación se va reproduciendo en el mundo indígena y si las mujeres en general en Chile están discriminadas, las mujeres indígenas están doblemente discriminadas. Y si además viven en la ruralidad o en sus comunidades indígenas, la profundidad de la discriminación es peor. Esto se conoce como interseccionalidad del género”, apunta la directora ejecutiva.
Finalmente, Naranjo sostiene que “si lo llevamos a la ruralidad, tienes una triple discriminación. Cuando hablamos de que el desarrollo humano tiene que llegar a todas las personas en igualdad de condiciones y en igualdad de derechos, nosotros ya deberíamos saber que las mujeres indígenas rurales son un segmento de la población donde más políticas públicas deberíamos apuntas y visibilizar”.