Aún maravilla a la ciencia que la simple necesidad de comer y reproducirse, haga que ciertas aves literalmente crucen el mundo sin escalas, pasando desde la tundra ártica de Norte América, hasta humedales y playas de Chile. Sin embargo, un reciente estudio plantea la preocupación por la interferencia humana en las costas nacionales y que pondría en peligro tan fascinante travesía.
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Aquí la presencia de perros, personas, la marisquería o la cosechan de algas, lucen como los principales culpables. ¿La razón? las perturbaciones en la alimentación de las aves playeras, bien podría ser un riesgo para su integridad en el viaje de 10 mil kilómetros sin descanso, además de un menor éxito reproductivo y un incremento en la mortalidad.
Un equipo de la Universidad Austral, liderados por el biólogo Juan Navedo, realizó un estudio en las costas de Chiloé sobre el comportamiento del zarapito de pico recto (limosa haemastica). La investigación duró dos años y se desarrolló en dos áreas: Caulín, ubicada en la parte norte de Isla Grande, y Pullao, bahía con escasa intervención humana. El contraste permitió determinar que las aves perdían, por lo menos, 17 minutos de alimentación diarios por la presencia humana.
Semanas críticas
«Usamos al zarapito porque sirve como modelo biológico, además es la especie más abundante de las que podemos encontrar en Chiloé en el verano austral», explicó Navedo a Publimetro. Las aves migratorias playeras pasan entre 5 y 6 meses en el país y su alimentación depende de las poco más de 5 horas y media en que la marea baja. La alteración de ese período implica un estrés significativo en dichas especies.
La etapa crítica para las aves es 5 semanas antes de emprender el viaje de regreso a Norteamérica, que ocurre entre finales de febrero y mediados de marzo en las costas chilenas, según relata el científico. «Necesitan realizar una preparación. Fisiológicamente cambian procesos internos y también a nivel morfológico aumentan el tamaño del corazón y los músculos de vuelo unas semanas antes de partir de Chiloé», indica.
Los resultados suponen que la presencia humana interfiere en la distribución de estas aves, aumenta el gasto de energía y limita su tiempo de forrajeo. «Para realizar una migración exitosa, deben ser capaces de conseguir un estado de forma muy bueno. Si no lo consiguen antes de partir, no tendrán la energía necesaria para estar más de 7 días volando sin parar, día y noche».
El biólogo indica que el resultado del estudio también se puede extrapolar a otras especies migratorias playeras, como el zarapito de pico curvo, el playero blanco y el flamenco, las cuales podrían sufrir lo mismo en Chiloé u otras zonas de la costa de Chile. De ahí que la investigación plantee la necesidad de limitar la presencia de personas durante la bajamar a una por cada 10 hectáreas y prohibir el ingreso de perros, sobretodo en las 5 semanas más críticas para las aves.
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Gracias a la importancia del estudio para salvaguardar la «ruta migratoria del Pacífico», la bióloga Natalia Martínez, que se unió a los investigadores, consiguió el respaldo de la iniciativa Soluciones Costeras, una plataforma impulsada por la Universidad de Cornell para apoyar soluciones a los problemas de biodiversidad en las costas del Pacífico.