La historia oficial dice que Adolf Hitler se suicidó con un disparo en la cabeza, junto a Eva Braun, en su bunker en Berlín el 30 de abril de 1945, cuando la derrota alemana era inminente en la Segunda Guerra Mundial, y que su cuerpo, con el de su esposa, fue quemado y hecho desaparecer para que no se convirtiera en un trofeo.
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El testimonio que dejó el teniente coronel, Julio Arturo Heil, indica que la historia habría sido diferente. El argentino, que murió en agosto a los 92 años, dejó le aseguró a su familia que conoció a Hitler cerca de Bariloche.
Infobae habló con Alejandro, quien contó que su papá le dijo: “Cuando yo no esté, pueden dar a conocer esta historia”, y así lo hizo.
«Yo tomo conocimiento de esta historia cerca del año 2010, cuando mi madre me comenta que papá le había dicho que tenía una historia muy personal, muy íntima, que tenía que contarle… una historia que mantenía en secreto porque había dado su palabra de soldado de que la iba a preservar», contó el hijo.
Según el testimonio de Heil, cuando era un teniente de 25 años lo citó en 1953 el presidente, Juan Domingo Perón, y lo mandó a la Patagonia para que le entregara un maletín con documentación secreta a Hitler.
Según Heil, el Ministro de Guerra le dijo que Perón quería hablar con él. «Le preguntó si era descendiente de alemanes y si manejaba el idioma. Mi padre le contestó que sí, pero que no hablaba fluidamente, y el presidente le dijo que iba a cumplir una comisión sumamente reservada», contó Alejandro.
Heil aseguraba que le pasaron un maletín que encadenaron a su muñeca, y que en un avión militar viajó a Bariloche con la misión de entregárselo al dictador.
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«En un jeep del ejército recorren 45 minutos un camino de ripio que al principio tenía vista a un lago y ya después se meten en una zona boscosa hasta una tranquera donde los reciben dos personas de acento alemán, que lo acompañan a él solo al interior de un chalet entre los bosques tupidos de Bariloche», dijo Alejandro a Infobae.
El propio Heil cuenta el resto porque escribió en un texto que dejó para la posteridad: «Me hace pasar. Hitler estaba sentado detrás de su escritorio. Se levanta, lo saludo, me saluda. Me pregunta por el general Perón. La pronunciación de Hitler era bastante difícil de entender. Se ve que le costaba hablar castellano. Le entrego la documentación secreta, cambiamos dos, tres palabras. Me pregunta cómo está el general. Después se da vuelta, saca una botella de cognac que tenía en un estante, dos copas y brindamos por la Argentina y por el presidente Perón».
«Me dice que le transmita sus saludos, yo le digo lo mismo, que le voy a dar sus saludos al señor general. Nos damos la mano, me retiro. El mismo oficial con el jeep me estaba esperando, subo. Volvemos al aeroparque de Bariloche que era de tierra, arena. Subo al avión que también los oficiales me estaban esperando… Se ve que ya todo estaba arreglado. Y en el más absoluto silencio regresamos a la base Palomar», concluye el testimonio del fallecido militar argentino.
Y si fuera cierto…