La pobreza en Argentina creció 3,4% en los primeros seis meses de este año empujada por la recesión económica y la inflación, una estadística que complica al presidente Mauricio Macri en plena campaña para su reelección, pero que también es una llamada de alerta para el favorito a sucederlo, el opositor kirchnerista Alberto Fernández.
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El Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) reportó el lunes que el 35,4% de la población está debajo de la línea de la pobreza. En el segundo semestre de 2018 la cifra afectaba al 32% de los argentinos.
El organismo estima que son pobres unos quince millones de argentinos, de los cuales 7,7% son indigentes, es decir, sus ingresos son suficientes para cubrir una canasta de alimentos capaz de satisfacer un umbral mínimo de necesidades energéticas y proteicas.
“Lamentablemente el nuevo índice va a reflejar la situación que estamos viviendo y aunque ese número duela hay que mirarlo de frente”, dijo Macri más temprano en un acto oficial en el que anunció que las pequeñas y medianas empresas quedarán exentas del pago de impuestos patronales por cada nuevo empleado que contraten.
Macri señaló que “dos millones de personas buscan trabajo y no lo consiguen, en parte por los altos costos para contratar» personal. Para ser beneficiadas con la medida, las pequeñas y medianas empresas deberán ampliar su plantilla sin cambiar a un trabajador con antigüedad por uno nuevo.
El presidente tiene como principal rival a Alberto Fernández, quien lo superó por más de 15 puntos de las primarias abiertas de agosto y va acompañado en la fórmula por la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015).
Macri ha sufrido una caída en su popularidad en un contexto de recesión económica e inflación.
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Al principio de su mandato en 2015, Macri prometió erradicar la pobreza y pidió que su gestión sea evaluada teniendo en cuenta ese objetivo. Pero semanas atrás el oficialismo y la oposición aprobaron en el Congreso la prórroga de la emergencia alimentaria hasta fines de 2022 aumentando las partidas de alimentos para comedores públicos instalados en barrios carenciados en un contexto de aumento de los precios de los alimentos y otros productos.
Ollas comunes
Marcela Morales, que dirige el comedor popular “Pancitas llenas, corazón contento” en Buenos Aires, dijo a The Associated Press que desde hace un año acuden más personas a merendar o cenar en el lugar situado en la planta baja de un precario edificio que recibe alimentos como “leche en polvo, arroz y fideos” donados por particulares.
“Viene más gente mayor y familias enteras y hombres que nos les alcanza… ahora está peor la pobreza, con Cristina (Fernández) no se veía esto… lo único que sé es que yo tengo que abrir, estar acá y trabajando para la comunidad”, afirmó la mujer, quien dijo no ser militante social ni política ni recibir ayuda gubernamental. “Lo hago todo a pulmón”, sostuvo sobre el comedor donde hay una larga mesa con capacidad para más de una docena de personas.
Soledad Gamboa, de 32 años, dijo que acude todos los días a ese merendero con sus hijas de 7 y 3 años porque “ahora está más difícil el país y la mercadería está más cara”.
Gamboa, quien recibe un plan social del gobierno, dijo que también necesita la ayuda del comedor porque su marido es un trabajador “en negro (informal)” que “no está cubierto por su patrón cuando se enferma”.
Los comedores comunitarios suelen funcionar en instituciones religiosas y educativas. También son abiertos espontáneamente por vecinos en viviendas de barriadas pobres.
El candidato Fernández ha dicho que en caso de ganar su prioridad será atender la emergencia social. También adelantó que convocará a sindicatos y empresas a un acuerdo social que ayude a frenar la espiral inflacionaria. El mayor interrogante apunta a dónde obtendrá los recursos, teniendo en cuenta la fuerte carga que representan los compromisos de deuda asumidos por el país sudamericano en años recientes.
La devaluación de más de 20% del peso luego de la derrota de Macri en las primarias, que se debió en gran parte al temor de los inversores al regreso al poder del populismo kirchnerista, conllevó un recalentamiento de los precios de los productos básicos incidiendo especialmente en el bolsillo de las clases populares.
En los primero ocho meses del año el alza de los precios de alimentos y bebidas fue de 33,3%.
En este marco, el gobierno intentó mejorar el poder adquisitivo de la población con la eliminación de las retenciones a los sueldos de trabajadores, el incremento del salario mínimo y la eliminación del Impuesto al Valor Agregado en algunos alimentos, entre otras medidas que sus críticos han considerado insuficientes.