Los humedales desaparecen, las lluvias escasean y la vegetación muere. A estas alturas, el abastecimiento de agua en las zonas del centro de Chile penden de un hilo, y se sostiene a duras penas con el deshielo en verano. Por desgracia, el último recurso de lugares densamente poblados como Santiago, los glaciares, son un comodín con sus días contados.
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Un estudio realizado por la glacióloga chilena, Inés Dussaillant, dejó en evidencia otro efecto de la megasequía que sufre el país: los glaciares de los Andes centrales -o áridos-, que a diferencia de los Andes Tropicales y Andes Patagónicos lucía un cierto balance en sus masas de agua, pasaron a un aterrador deterioro en los últimos 1o años.
Los estudios previos sobre deshielo en los Andes tenían un problema: al ser proyecciones en base a períodos muy cortos de tiempo, sus resultados eran muy distintos unos de otros. Por eso el trabajo de la chilena, junto a un equipo de expertos franceses, fue más allá: indagaron un período de 20 años, además de recurrir a lo que se conoce como el «método geodético».
«Utilizamos imágenes satelitales estereoscópicas, tomadas por el satélite ASPER. Ofrece dos fotografías de distinto ángulo sobre una misma topografía. Con eso armamos lo que se llama un modelo de elevación de terreno, y, si los comparamos en un cierto período de tiempo, se obtiene la pérdida de volumen en los glaciares», explica Dussaillant.
El estudio demostró que los glaciares de los Andes -desde Venezuela hasta la Patagonia- perdieron en los últimos 20 años 23 mil millones de toneladas de agua. Si bien la cifra es tétrica, resulta menor a otras proyecciones anteriores. Por desgracia, otra de las conclusiones es que los glaciares que visten de blanco a las zonas cordilleranas del centro de Chile, tuvieron un antes y un después desde 2009.
Según cuenta la experta, los glaciares de la Patagonia Sur, donde están los cambios de hielo sur y norte, contienen cerca del 70% de todo el hielo de los Andes. Es también la zona que más se está derritiendo, pero con una salvedad: al ser una zona muy lluviosa, los glaciares no son esenciales para el abastecimiento de agua en ríos y la población.
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Pero, ¿qué pasa con la zona central? «De una década a la otra, en los Andes Áridos -centrales- se vio un cambio significativo en la pérdida de masa. En la primera la pérdida de masa glaciar fue casi nula, estuvieron relativamente en balance, pero en la segunda década comenzaron a perder masa de una forma mucho más acelerada. Se relaciona con la megasequía», dice la glacióloga.
Aquí el cálculo es en agua equivalente. Si todo el hielo de los Andes Centrales se pusiera en una piscina gigante, los datos indican que previo a la megasequía (2000-2009) esa piscina perdía 0,04 metros de agua por año. En cambio, desde 2009 hasta hoy, esa cifra creció a más de medio metro por año (0,63 m).
«Peak Flow»
«Los glaciares tienes dos tipos de contribución a los ríos: la balanceada y la desbalanceada. La primera comprende que un glaciar no cambia su tamaño de un año a otro y la diferencia entre el material que gana en el invierno y pierde en el verano, es similar. Ahora, la contribución desbalanceada dice que a esa contribución se le agrega un exceso de descarga, lo que lo lleva a perder masa», afirma Dussaillant.
Dentro de lo malo del derretimiento de los glaciares, ese exceso de descarga habría sido un efecto mitigador para la megasequía que sufren cuencas como la del Maipo. A mayor derretimiento, mayor aporte a los ríos. Pero esa panacea tiene un límite, que los científicos llaman «peak flow».
El concepto dice que los glaciares con exceso de descarga llegarán a un punto máximo. De allí, su pérdida de masa será tal, que le resultará imposible abastecer a los ríos tal como históricamente lo hacía. «Y eventualmente va a desaparecer», afirma la glacióloga.
Hay estudios que indican que ese «peak flow» ya se alcanzó en cuencas de los andes centrales, mientras otros indican que eso ocurrirá a partir del 2020. Sin embargo, argumenta la glacióloga, esos escenarios se hicieron en base a proyecciones desproporcionadas. «Lo importante de mis resultados es que se podrán utilizar para calibrar modelos hidrológicos que van a poder proyectar de manera más creíble lo que podría ocurrir en el futuro», opina.
Que el «peak Flow» aún no se haya alcanzado, suena a buena noticia, pero en realidad es reflejo de que el peor escenario hídrico, aún está por venir. «Los glaciares nos están ayudando en el período de sequía pero sabemos que esa ayuda no va a ser eterna y tenemos que prepararnos, porque ese fin no llegará en 200 años, sino que en las próximas décadas», cuenta.
«Los glaciares responden de manera lenta a los cambios, probablemente ahora son reflejo de cosas que pasaron hace 20 años. Ahora no hay muhco que hacer para protegerlos. Lo que sí podemos hacer, es no ser tan ignorantes para creer que todo se va a mantener igual. Hay que tomar medidas de adaptación para el futuro», cierra Dussaillant.