Desde su puesto en una torre de vigía del campo de concentración nazi de Stutthof, el soldado adolescente Bruno Dey escuchaba los gritos de los judíos al morir en la cámara de gas. Y luego, como dijo Dey a los investigadores, presenciaba diariamente el transporte de los cadáveres al crematorio.
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Más de siete décadas después, Dey fue a juicio el jueves en la corte estatal de Hamburgo por complicidad en el asesinato de 5.230 personas. El hombre de 93 años ingresó a la sala en silla de ruedas, acompañado por su hija, con una carpeta roja frente a su cara para ocultarla de las cámaras.
La jueza presidenta del tribunal Anne Meier-Goering inició la sesión con preguntas básicas tales como su fecha y lugar de nacimiento.
Cuando el fiscal Lars Mahnke describió cómo se mataba a los judíos con gases, a tiros o de hambre como parte de las “matanzas sistemáticas” en el campamento donde era guardia hace 75 años, la expresión de su rostro no se alteró, pero parecía escuchar atentamente.
Aunque no hay pruebas de su participación directa en una matanza en Stutthof, los fiscales sostienen que, como guardia desde agosto de 1944 a abril de 1945, fue “una pequeña rueda en la maquinaria del asesinato”.
Dey, panadero de oficio, no niega haber sido guardia en Stutthof. En declaraciones a los investigadores, dijo que en 1944, cuando tenía 17 años, se lo consideró no apto para el combate, por lo cual se lo incorporó a un destacamento de guardias SS en Stutthof, no lejos de Danzig, hoy la ciudad polaca de Gdansk.
Debido a su edad en esa época, se lo juzga en un tribunal de menores y enfrenta una pena de entre seis meses y 10 años de prisión en caso de declarárselo culpable.