La primavera de Chile comenzó como una bola de nieve partió el 8 de octubre luego del alza de los 30 pesos del metro. Las manifestaciones se hicieron cada vez más violentas y masivas, hasta el viernes, cuando las protestas se masificaron y comenzaron los saqueos.
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Mientras eso sucedía, y la gente tenía problemas para volver a su casa, Sebastián Piñera fue captado por alguien que le tomó una foto cuando comía pizza en un restaurante de Vitacura en la celebración del cumpleaños de uno de sus nietos.
Luego de la celebración el presidente volvió a La Moneda, pero la imagen de un mandatario desconectado de la realidad quedará para siempre, tanto así que un diario italiano publicó una nota con fotos de Santiago en caos con el título: «Chile arde en llamas mientras el presidente come pizza”.
Destrucción
Los incendios y saqueos partieron tímidamente la noche del 18 de octubre, al igual que los ataques incendiarios a las estaciones del metro y micros de Santiago. En ambos casos sus autores lo que hicieron fue desvirtuar el foco de las legítimas demandas ciudadanas y darle sustento a la decisión del gobierno de sacar a las FFAA a las calles.
De las 136 estaciones de metro de Santiago más de 25 fueron atacadas, y de ellas por lo menos cuatro resultaron arrasadas, lo que generará una crisis vial cuando las cosas vuelvan a la «normalidad». Si causar caos esa era la intención de quienes destruyeron el metro, lo consiguieron, y de paso pusieron en cuestionamiento la coordinación de las fuerzas de orden y seguridad para proteger los bienes de uso público.
Desde la capital la revuelta se ramificó a todo Chile. De los mil 250 grandes supermercados que hay (había) en el país, alrededor del 25% fue saqueado y de ellos decenas fueron quemados. Otras grandes, medianas y pequeñas tiendas también fueron desvalijadas; si incluso algunos puestos de ferias libres cayeron en las garras del lumpen, cuyo combate justificó para muchos la implementación del toque de queda y la presencia de militares en las calles.
Guerra
Posiblemente el peor error comunicacional del gobierno lo cometió el presidente el domingo cuando dijo, y luego insistió, que “estamos en guerra contra un enemigo poderoso, que está dispuesto a usar la violencia sin ningún límite”.
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La frase «no estamos en guerra» se convirtió en la consigna de las manifestaciones que fue coreada en las marchas y compartida por redes sociales miles de veces. Pero fue el general a cargo de Santiago, Javier Iturriaga, quien le dio el tiro de gracia a Piñera cuando dijo que «soy un hombre feliz y la verdad es que no estoy en guerra con nadie». Luego le militar intentó explicar que no dijo lo que dijo, pero ya era tarde.
Privilegios
La esposa del presidente de forma gratuita fomentó el temor con un mensaje privado de WhatsApp que le mandó a unas cercanas y se viralizó.
«Amigas, yo creo que lo más importante es tratar de nosotros mantener la cabeza fría, no seguir calentándonos, porque lo que viene es muy, muy, muy grave”, dijo.
Luego explicó que “adelantaron el toque de queda porque se supo que la estrategia es romper toda la cadena de abastecimiento, de alimentos, incluso en algunas zonas el agua, las farmacias, intentaron quemar un hospital e intentaron tomarse el aeropuerto, o sea, estamos absolutamente sobrepasados, es como una invasión extranjera, alienígena, no sé cómo se dice, y no tenemos las herramientas para combatirlas”, advirtió.
«Por favor, mantengamos nosotros la calma, llamemos a la gente de buena voluntad, aprovechen de racionar la comida, y vamos a tener que disminuir nuestros privilegios y compartir con los demás», concluyó Morel.
Triste espectáculo
La noche del martes Piñera realizó los anuncios sociales y al día siguiente el ministro del Interior, Andrés Chadwick, expuso en la cámara Baja sobre la situación del país y dedicó una ínfima fracción del tiempo a hablar de los heridos y fallecidos, lo que molestó a bastos sectores.
Un show aparte protagonizó un grupo de parlamentarias que se enfrentó porque algunas de izquierda increparon a Chadwick con papeles con cifras de las víctimas.
Las diputadas del Frente Amplio Pamela Jiles, Camila Rojas, Gael Yeomans, Maite Orsini, y Claudia Mix se acercaron al ministro, que fue blindado por sus pares de Renovación Nacional Paulina Núñez y Érika Olivera, quienes les quitaron los papeles, mientras la también RN, Camila Flores, rompía en pedazos uno en medio de empujones y gritos, lo que se convirtió en un penoso espectáculo.
Para que el show barato en el Congreso fuera total, Lorena Caroca, la secretaria de diputado Pablo Lorenzini, gritó en relación a los fallecidos en los saqueos que: “Bien muertos están”.
Perdón
Si Lázaro se levantó al tercer día de entre los muertos, el ministro de justicia, Hernán Larraín, lo hizo después del quinto, ya que no había dado la cara a pesar de la tremenda polémica legal por las acusaciones de atropellos a los derechos humanos de parte de las fuerzas de orden y seguridad.
«Nos duele profundamente constatar la existencia de personas que han fallecido», dijo Larraín y comprometió la colaboración del gobierno en las investigaciones de abusos policiales.
Pero no todo ha sido metidas de pata; Piñera ya pidió disculpas cuando anunció las medidas sociales, mientras que hoy lo hizo el ministro Fontaine, quien hace dos semanas invitó a madrugar a las personas para que así pagaran menos en el metro.
“Humildemente pido perdón. De ninguna manera esas palabras reflejan lo que quise decir, lo que creo y lo que es mi trabajo, que es mejorar la vida de los chilenos”, dijo el titular de Economía.
En tanto, pobladores de todo el país se han organizaron para defender del vandalismo a los negocios que quedan en pie, los efectivos de seguridad por fin vigilan el metro, y honestamente… ya no queda mucho para saquear.