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¿Grupos organizados que rompen porque sí? la figura del violentista como reflejo propio del “hijo vulnerado” del sistema

Entre barricadas y semáforos arrancados de cuajo, hay una “rabia que se transforma en un gesto político”, dicen los expertos. La violencia, en este caso, se incuba en un profundo malestar acumulado, del cual es sistema pasa a ser el gran responsable.

Miles de personas movilizadas en las calles a diario exigiendo condiciones más dignas, de manera pacífica, autoconvocada y llena de convicción. Mientras esa es la imagen que tiene la propia ciudadanía del estallidos social en Chile, La Moneda, por su parte, ha escogido hacer el ahínco en la otra cara bastante más puntual: los desmanes y hechos de violencia.

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De todas maneras es cierto. En distintas partes de la capital, semáforos, barandas metálicas, luminarias y cámaras de seguridad, lucen destruidas; además de varios supermercados quemados y comercios destruidos. Pero, ¿es eso reflejo de grupos criminales organizados o la expresión máxima del lumpen, como dice el gobierno? La opinión de los expertos, desde ya, refuta esa posición conveniente, y revelan el hecho simbólico de los violentistas como expresión de los propios hijos vulnerados del sistema que por el que hoy se rebelan.

«No hay ningún movimiento social y político de esta magnitud en el mundo donde no haya violencia, pero lo que podríamos llamar como vandalismo tiene muchas caras», dice Emanuelle Barozet, socióloga y académica de la U. de Chile.

Más allá de no justificar la violencia, la investigadora del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES) explica a Publimetro que «hay una violencia subyacente en la sociedad chilena, y que permite entender en parte por qué está este brote de violencia que se expresa en varias partes. Es una violencia real y simbólica, que el 60% de la población ha enfrentado los 30 últimos años».

No es azar, afirma Bazoret, que los desmanes se focalicen en farmacias, supermercados, y otros centros que representan el dinero y el poder. Y por cierto, que gran parte de los hechos de violencia, si no la mayoría, comienza desde la propia fuerza de orden.

En esa línea, Sergio González, psicólogo social y antropólogo de la U. de Santiago, sostiene que «tenemos un conjunto de jóvenes que han acumulado mucho malestar, mucha queja interna que se transformó en queja externa». Ante eso, aclara, es demasiado simplista reducir los desmanes al «romper porque sí».

«Hay una manifestación de la rabia que se transforma en un gesto político. No es sólo emocionalidad, son jóvenes que tienen mucha información (…) se nutren de comunicación horizontal, redes sociales. Ya saben que las AFP tuvieron ganancia de enero a septiembre de US$555 millones; eso frente a que tienen abuelos con pensiones de 120 mil pesos , genera una rabia que tiene un sustrato de información potente», dice el doctor en sicología.

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Barozet explica que en la sociología esto se conoce como liberación cognitiva. «Gente que se dio cuenta que todo esto que sufría de manera interna, ya lo compartía hace tiempo con la gran mayoría». A eso agrega que en movilizaciones sociales como esta, en donde hay cuestionamientos estructurales, «hay que quitar la imagen de vandalismo irracional».

¿Los desmanes vienen de grupos organizados? Sí, dice González. Pero no de una organización criminal como intenta imponer La Moneda. «La forma de hacer inteligencia tradicional no sirve, porque se buscan a grupos organizados, con doctrina y orgánica. Y estos grupos no tienen ni mayor doctrina ni mayor orgánica. Más bien expresan una gestualidad política a partir de los malestares», explica.

El antropólogo agrega que «una de las situaciones más importantes es que las marchas se dan en términos pacíficos, entre que comienzan y terminan. Lo normal es que el encapuchado actúa cuando la ciudadanía ya se está retirando», dice.

 

 

 

 

 

 

 

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