Durante los últimos años, en gran parte de los países se han producido estallidos sociales debido al descontento social, pero ¿Cuáles son las similitudes de estos y por qué están pasando varios de manera simultánea?
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Hablamos con el director del Observatorio de Asuntos Internacionales de la Universidad Finis Terrae, Alberto Rojas, quien nos explicó qué es lo que está pasando con este fenómeno internacional que, incluso, ha llegado a llegado a Chile.
Parte de la realidad latinoamericana
P: ¿Cómo se puede explicar que al mismo tiempo, en varios países de Latinoamérica, sucedieran estallidos sociales?
R: «Las protestas sociales vienen ocurriendo desde hace varios años en la región, por motivos diferentes y con distintos grados de intensidad. Todos los países tienen “temas pendientes”, que van desde la manera de distribuir la riqueza o la existencia de graves casos de corrupción hasta la pérdida de legitimidad de sus instituciones, pasando por reivindicaciones regionalistas o étnicas. En Brasil, por ejemplo, las protestas contra la entonces presidenta Dilma Rousseff por los excesivos gastos del Mundial de Fútbol de 2014, gatillaron el descontento social que puso sobre la mesa temas que son comunes en toda América Latina, como salud, educación, pensiones y seguridad. Mientras que en Ecuador la crisis se pudo estabilizar, al menos temporalmente, cuando –además de revocar el fin del subsidio a los combustibles- se resolvieron algunas de las demandas más inmediatas de sus pueblos originarios».
P:¿Cuáles son las similitudes entre sí de los países latinoamericanos que están presentando estallidos sociales?
R: » Cada país ha tenido su propio detonante, como el alza del pasaje del transporte público en Chile, la reforma al sistema de pensiones en Nicaragua o el término del subsidio a los combustibles en Ecuador. Sin embargo, existen algunos elementos comunes: el desprestigio del sistema de partidos, la incapacidad de las instituciones públicas para dar respuestas eficientes y oportunas a las demandas de la ciudadanía, el aumento en los casos de corrupción y el declive de la bonanza económica que habían experimentado muchos de estos países gracias a sus materias primas».
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¿Basadas en Europa?
P: Estos estallidos o crisis, ¿cree que tengan similitudes o estén inspirados en algunas situaciones europeas?
R: «Ya en la década pasada, en diferentes zonas del mundo, se comenzó a evidenciar esta tendencia que combina la creciente insatisfacción social -tanto con el sistema político como el económico- con masivas protestas. Lo vimos en Wall Street después de la “crisis subprime” y con el Movimiento de los Indignados, en España y otros países de Europa. Ahora, por ejemplo, tenemos las protestas en Hong Kong, que surgieron como respuesta a un proyecto de ley de extradición (ya cancelado, por cierto), pero cuyas demandas han ido creciendo, mientras que en Líbano las protestas estallaron a partir del intento del gobierno de imponer un impuesto a WhatsApp. Y probablemente a futuro veremos nuevos casos en otros países, incluyendo algunos que pudieran parecer muy estables».
P: Tras un estallido social ¿es poco probable recuperar la «normalidad» en un país?
R: «El concepto de “normalidad” es muy relativo y, probablemente, todo depende de la capacidad de las autoridades para restablecer el orden público y el funcionamiento de las instituciones, así como la eficacia para dar respuesta a las demandas sociales que gatillaron cada estallido social. En gran medida, todo depende de la manera en que los ciudadanos reciban los cambios y ajustes que hagan las autoridades frente a sus exigencias».
El gran reto del Estado
P: Hasta el momento, los gobiernos de cada país latinoamericano han reaccionado de diferente manera ante los estallidos sociales. ¿Hay algún gobierno que considere que está haciendo lo correcto para solucionar la crisis?
R: «Frente a este escenario no hay fórmulas ni modelos. Las causas de cada crisis tienen raíces locales y por eso no se pueden comparar fácilmente. Y, por lo mismo, habrá mucho ensayo y error en la búsqueda de las soluciones. Dicho eso, y a pesar de las prolongadas protestas y paros que hemos visto en Francia, Emmanuel Macron logró encausar gran parte de las demandas sociales a través de los cabildos que se realizaron a lo largo del país y cuyas conclusiones fueron recogidas de manera oficial para ser trabajadas en conjunto con el Poder Legislativo. Aún están lejos de obtener las soluciones, pero los franceses van por un camino que, finalmente, podría ser exitoso. Pero hay que tener claro que estos procesos no son rápidos».
P: Ante la crisis nacional, ¿cuáles considera que son los mayores retos que tiene y tendrá este gobierno?
R:»Son varios, pero no solo del gobierno. Restablecer el orden público, garantizar el respeto a lo derechos de las personas y lograr un trabajo eficiente en conjunto con las fuerzas de oposición, dejando de lado los cálculos políticos mezquinos, son los desafíos más urgentes. Pero también lograr alinear al Ejecutivo con el Legislativo para avanzar en las reformas que la ciudadanía demanda, tomando en cuenta que las manifestaciones dejaron en claro que exigen un mayor involucramiento de los poderes públicos. Además, la economía nacional está muy dañada y eso tendrá consecuencias en variables como desempleo, el alza de los precios e inflación, y por eso el manejo económico debe ser muy responsable. En ese sentido, también es muy importante que las autoridades expliquen de la manera más clara posible que muchos de los cambios que se exigen tomarán tiempo; probablemente mucho más de lo que la gente espera. Y por eso es urgente no crear falsas expectativas, ya que eso solo generará frustración e incertidumbre en la población».