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La política nacional se encuentra dividida tras el estallido social: Por un lado los partidos tradicionales, que han perdido militantes a un ritmo cercano al 500% en los últimos meses, y por el otro nuevos movimientos y candidatos, que buscan aprovechar la brecha abierta por la contingencia para llenar las aspiraciones de los desencantados, los independientes y los indecisos, y así acceder a puestos de representación en una futura convención constituyente.
Según el Servicio Electoral en Chile existen 21 partidos políticos constituidos, junto a otros 9 en distintas etapas de formación. ¿Es su aparición el síntoma de la fractura definitiva con una clase política desprestigiada?
Según el decano de la Facultad de Ciencia Política y Administración Pública de la Universidad Central, Marco Moreno, lo ocurrido desde el 18-O fue el fin del «mapa» de la política como la conocíamos y la creación de una renovada «cartografía». Esto se debió, principalmente, al agotamiento del sistema y a partidos que se han «privatizado» en desmedro de una «nueva ciudadanía» con más voz y exigencias.
En este momento, a su juicio, estamos en un «interregno», «donde lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer». Lo que aparezca, finalmente, lo hará en un terreno donde el 64% de los ciudadanos (según la última encuesta CEP) cree en el sistema democrático y busca que los conglomerados se alejen de las prácticas «antiguas», con líderes que puedan llegar a acuerdos en vez de seguir una agenda propia.
Para el director del Instituto de Filosofía de la Universidad Diego Portales, Hugo Herrera, estos nuevos movimientos «parecen construidos en base a denuncias, contestatarios, no hay reflexión ideológica ni propuestas». Es probable que tengan triunfos electorales pero efímeros, y serán «pura challa» mientras no ajusten su institucionalidad a los anhelos populares.
Uno de los nuevos movimientos que espera canalizar la «energía» que muestra la «nueva ciudadanía» es el Partido por la Dignidad, fundado el pasado lunes y que se define como «instrumental» para todos aquellos que «no se sienten interpretados por los actuales canales de representación, y también a quienes quieran ser candidatos para ser constituyentes».
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Su primera vicepresidenta provisoria, María Oliva Monckeberg, manifestó que el conglomerado nació para ayudar a «nivelar la cancha», y con la idea de colaborar con un «reencantamiento» de la sociedad para con la política. Para ello ve como fundamental una nueva constitución, que no puede ser vista como «la solución para todo, sino que el generador para provocar cambios fundamentales».
El plazo para todos aquellos partidos que quieran llegar a la convención constituyente) finaliza la última semana de abril.