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Adiós a Uribe, el furioso: “¡Qué va a ser uno, de vida tonta, recordado!”

El escritor, ensayista, poeta y diplomático murió a los 86 años.

 

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Era «telúrico«, «impetuoso«, «apasionado«, «airado» y «rabioso«, siempre instalado en el encierro de su departamento frente al Parque Forestal.

Escritor, poeta, abogado, ensayista, profesor universitario, Premio Nacional de Literatura 2004, miembro de la generación literaria del 50, diplomático y caústico observador de la realidad que lo rodeaba, Armando Uribe Arce falleció la madrugada de este jueves producto de una insuficiencia respiratoria. Quiso el destino que fuera un 23 de enero, compartiendo fecha de partida con otros símbolos de nuestra literatura: Nicanor Parra y Pedro Lemebel.

Nacido el 28 de octubre de 1933, estudió derecho en la Universidad de Chile y luego viajó a Roma para especializarse. Su primer esfuerzo literario fue «Transeúnte pálido«, en 1954, desde donde comenzó un viaje por la prosa, el poema y los ensayos que dejó más de una cincuentena de obras.

¿Cómo definir a Uribe? Según el crítico literario, abogado y escritor Pedro Gandolfo, era «un chileno a la antigua, católico y de izquierda, cristiano desgarrado, poeta y hombre de letras de gran talento y cultura, que jamás transaría su ideario estético y político«.

Sobre su obra, la califica como «apocalíptica, con humor negro y un ritmo a saltos, quiebres y disfonias. Su materia es la condición humana en sus dimensiones esenciales: El amor, el sexo, la vejez, la muerte, la soledad, la vida en comunidad, Dios y nuestro deber con los otros«. Y, para internarse en ella, recomienda «Te amo y te odio» (Ediciones UDP, 2005) y la «Antología Errante» (Ediciones Lumen, 2017).

No se puede entender a Armando Uribe sin la muerte. Ésta lo enclaustró, pero no logró que le temiera ya que «creo que nací muerto«. La pérdida de su hijo Francisco y, sobre todo, de su esposa Cecilia Echeverría lo alejaron del mundanal ruido y de todo lo que calificaba como «tontería«, que a su juicio podía ser «más grave que la maldad«. Para el doctor Javier Agüero, director del Centro de Investigación en Religión y Sociedad de la Universidad Católica del Maule, su suicidio social fue «un acto de valentía, de fractura con el mundo, de una brutal dispersión respecto de los protocolos y la diplomacia«.

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Sobre el país, Uribe manifestó en una entrevista que era «muy difícil mantener una sociedad civilizada con la población dominante que maneja el poder económico y político«, y en su obra «Verso Bruto» que «en Chile todos somos brutos, pero hay los nobles brutos y los bestiales que cortan los hilos de sangre y producen el luto de las familias«. Ante la Iglesia, en tanto, se declaraba «un católico observante«, informaba sobre la existencia de Dios y del Diablo y que vivimos desde siempre en el pecado original.

«He sido lo suficientemente soberbio como para irme al infierno«, afirmó en una ocasión. Si ya está ahí o no, solo él lo sabe. En este lado de la existencia, dijo que quería ser un puñado de cenizas a los pies de su amada.

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