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La cruda rutina de un brigadista: “Los incendios son año a año más duros por la sequía, más violentos”

Jornadas soportando 60 grados de temperatura y con 3 kilos menos al terminar el día son parte de la rutina de los brigadistas, que de octubre a marzo se anotan para combatir las llamas en todo el país.

A Gonzalo Neculqueo, brigadista de la Conaf con 12 años de experiencia, le ha tocado estar en varios de los incendios emblemáticos del último tiempo. En la catástrofe de 2017 le tocó estar en Concepción, hace dos años en el siniestro de Santa Juana y del Altos de Cantillana, y ayer debió trasladarse al incendio que hasta ahora ostenta el triste título del más catastrófico de la temporada, en las inmediaciones del Parque Nacional Radal Siete Tazas, en Molina.

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Él es uno de los 2515 brigadistas que este año se anotaron para combatir las llamas con la Conaf, desplegados en su mayoría entre Valparaíso y Los Lagos. Neculqueo, que hoy tiene 29 años y que se pone el uniforme amarillo desde los 18, ha tenido tiempo suficiente para notar un cambio: «Son más duros los incendios año a año. El comportamiento de las llamas es más violento, agresivo. Cualquier foco se expande y activa. Tiene que ver con el calor y que está todo seco, la sequía», cuenta a Publimetro.

La vida del brigadista es dura. Neculqueo dice que son llamados a 2 o 3 incendios por semana, regularmente. En su caso, varios de ellos implican una intervención de 10 días continuos.

«La situación más difícil para enfrentar un incendio son la topografía, el viento y la pendiente. Las quebradas son muy complicadas», relata. Un brigadista, si bien cumple jornadas laborales como cualquier trabajador, en incendios complejos muchas veces hace horas extra. En esos casos, dice Neculqueo, un combatiente puede pasar 8 horas corridas contra incendio, de las cuales 3 horas pueden ser estar expuestos directo frente a las llamas. «Más tiempo es casi imposible, no se soporta», agrega.

Calor extremo

Gonzalo pertenece a la 4ta brigada metropolitana, dotada de 16 combatientes. La mayoría es del sur, oriundos del Biobío, y se debe al boca boca en la zona, donde el oficio de brigadista es reconocido por permitir asegurar ingresos durante el verano y ahorrar. En promedio, un brigadista tiene un sueldo base que parte de los $380 mil, dependiendo de la jerarquía que va desde el combatiente raso, pasando por el encargado de herramientas, el radioperador, los de primeros auxilios, y los jefes de relevo y cuadrilla.

En jornadas con incendios grandes, dice el joven, la temperatura rebasa sin problemas los 60º al rededor y fácilmente podrían terminar el día con dos o tres kilos menos, entre el esfuerzo y la deshidratación por las llamas. Durante el día, reciben una «colación de combate», que consta de agua – a veces una bebida isotónica-, fruta, unas galletas, pan y atún.-

Las tareas son variadas. «Algunas brigadas son de avance, otras liquidando los focos contenidos, haciendo control, manejando maquinaria, haciendo contrafuegos o apoyando las aeronaves», cuenta Neculqueo.

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Por lo general, y si bien la dotación de brigadistas se divide por región, muchas veces se trasladan para el apoyo en otros siniestros. Pero, ¿dónde pernoctan? «Generalmente es en bases, uno se acomoda como puede. Aquí en Siete Tazas nos tocó en cabañas, aseguramos una cama, pero generalmente eso no se cumple. Lo normal son instalaciones provisorias o colegios, con colchonetas o sillones».

Los accidentes y descompensaciones entre los combatientes están a la orden del día. A Gonzalo, eso sí, no le ha tocado vivir ni presencia ninguno grave con su brigada. «Lo más recurrente son golpes con ramas en la cara y los ojos, o esguinces de tobillo y muñecas por trabajar en pendiente. Este trabajo tiene varias complicaciones, pero me gusta, ya estoy acostumbrado. Eso sí, uno nuca se acostumbra al calor, todos los años es igual de duro».

 

 

 

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