Prototipo del perdido, del distraído, del desaparecido, el teniente Alejandro Bello Silva pasó a a la historia y a la cultura general chilena un 9 de marzo de 1914. Ese día, y junto a los también tenientes Julio Torres y Tucapel Ponce y el sargento Adolfo Menadier , rendía su examen para recibir el título de piloto militar. Se trataba de un «raid» con partida y final en el aeródromo de Lo Espejo, en el que tenían 48 horas para hacer escalas en el sector de Culitrín (actualmente parte de la comuna de Paine) y en Cartagena.
PUBLICIDAD
Pero, en el trayecto hacia la costa, del avión biplano»Sánchez Besa» bautizado como «Manuel Rodríguez» nunca más se supo. Durante diez días su rastro fue seguido por personal militar, policial y naval, pero sin resultados positivos. Así, se convirtió en el segundo mártir de la aviación nacional.
Luis Alejandro Bello Silva nació en Santiago el 27 de abril de 1889, y vivió su infancia en Ancud. En 1909 ingresó a la Escuela Militar, desde donde estuvo destacado en Iquique, Los Ángeles y la capital. En 1913 viajó a Francia para ser alumno del pionero de la aviación chilena José Luis Sánchez Besa, quien destacaría luego su «caballerosidad, exactitud por el trabajo y dedicación por el estudio«.
Desde el día de su partida las teorías sobre el destino del teniente Bello se han sucedido, así como infructuosas expediciones para dar con su paradero final. Además su historia llegó a libros como «Pacha Pulai» de Hugo Silva, «El teniente Bello y otras pérdidas» y «Chilenos de Raza» de Francisco Mouat, a cuentos o novelas gráficas y a canciones de Mauricio Redolés y Tonto Pero Feo, entre otros tributos.
También se ha hecho multimedial, como vemos en este «trailer» de la obra de Iván Godoy y Yanko Rosenmann, quienes además proponían transformar el 9 de marzo en feriado:
Finalmente, lo único claro es que Alejandro Bello no volvió. Pero su espíritu continúa vivo cuando se le invoca y vuelve a estar donde él quería: En el aire, en el vuelo infinito.