Luego de haber cuestionado la gravedad del coronavirus, de rechazar las recomendaciones de su ministro de salud y denunciar “cierta histeria”, ahora el presidente brasileño Jair Bolsonaro dice ser el líder de la respuesta de su país a una crisis que se ha convertido en uno de los retos más significativos de su gobierno.
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Bolsonaro provocó la ira de muchos brasileños e incluso de antiguos aliados políticos por su indiferencia ante la pandemia y por insistir en estrechar la mano de partidarios en una marcha. Uno de los portales noticiosos más populares de Brasil, UOL, reportó que el presidente había insinuado que el gobierno chino estaba detrás de la pandemia, una aseveración expresada abiertamente después por su hijo, quien es legislador. La embajada china refutó en Twitter tales afirmaciones, considerándolas “sumamente irresponsables”.
Mientras muchos países de Latinoamérica y del resto del mundo han cerrado fronteras, colocado a millones de habitantes en cuarentena, cancelado vuelos y cerrado escuelas, Brasil no ha hecho nada de eso. No fue sino hasta el jueves que Bolsonaro ordenó cerrar las fronteras del país con sus vecinos, salvo Uruguay, aunque casi todos los países sudamericanos ya habían tomado esa medida.
Los vuelos continúan desde y hacia el país. No se ha pedido el confinamiento de ninguna población, y los gobiernos provinciales y municipales son los que han tomado la vanguardia en pedirle a la gente que se quede en su casa.
“El coronavirus en Brasil se está convirtiendo en una suerte de catalizador, canalizando todo este descontento y acelerando el proceso” contra Bolsonaro, opinó Carlos Melo, profesor de ciencias políticas de la Universidad Insper en Sao Paulo. “Cuando él salió a las calles para participar en las manifestaciones, cometió un grave error y ahora está tratando de recuperar el control”.
Ante el creciente descontento, Bolsonaro, con expresión consternada y flanqueado por varios ministros, dio el miércoles su primera conferencia de prensa sobre el coronavirus en el palacio presidencial. Durante el evento de dos horas prometió redoblar esfuerzos contra el COVID-19, pero no anunció ninguna medida nueva.
Por primera vez desde la crisis, les agradeció sus esfuerzos a los legisladores y les pidió aprobar un “estado de calamidad”, lo que le permitiría al gobierno gastar más de lo estipulado en el presupuesto a fin de reforzar el sector salud y evitar despidos masivos.
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Pero al mismo tiempo, en la conferencia de prensa abundaron los mensajes contradictorios sobre la severidad de la situación. Bolsonaro y sus ministros estaban sentados uno al lado del otro, violando la norma de distancia física recomendada por las organizaciones internacionales de salud. Los funcionarios tenían máscaras sanitarias, pero muchos de ellos, incluyendo el mismo Bolsonaro, se las quitaban para hablar.
“Al ser el jefe del Ejecutivo tengo que estar en el frente de la batalla con mi pueblo”, señaló el mandatario. “No se sorprendan si me ven entrando a un bar lleno de gente en Sao Paulo, en el ferry de Niteroi a Río de Janeiro o en un autobús en Belo Horizonte”.
Hay quienes dicen que el giro de 180 grados dado por Bolsonaro se asemeja a la actitud del presidente estadounidense Donald Trump ante la pandemia. Para muchos, es muy tarde.
Hasta ahora, Bolsonaro se había abstenido de dar conferencias de prensa sobre el tema, dejándolo en manos de ministros o directores de salud. Durante el fin de semana se le vio estrechando la mano de partidarios. Su decisión de entrar en contacto físico con la multitud cuando aguardaba los resultados de su segundo análisis del coronavirus fue contraria a la recomendación de su ministro de salud de evitar las grandes concentraciones de personas.
“¿Cómo es posible que un hombre posiblemente infectado se inserte en medio de una multitud?”, declaró la legisladora Janaina Paschoal en la legislatura de Sao Paulo. “Este hombre tiene que abandonar la Presidencia de la República y dejar que (el vicepresidente Hamilton) Mourão, quien entiende de temas de defensa, lidere a la nación”.
La conservadora Paschoal, que en un momento dado se postuló para ser la vicepresidenta de Bolsonaro, ya había criticado al presidente, pero nunca había exigido que renunciara.
Muchos integrantes del gobierno de Bolsonaro se han contagiado del coronavirus. Su principal asesor de seguridad nacional, el general Augusto Heleno, confirmó el martes que dio positivo tras viajar recientemente a Estados Unidos junto con el presidente. Según el portal noticioso G1, más de una docena de integrantes de la delegación que se reunió con Trump en su club Mar-a-Lago también dieron positivo.
Al menos 621 personas se han infectado en Brasil hasta el jueves, y seis han muerto. Las autoridades prevén que el número de contagios se incrementará significativamente en los próximos días.
En la mayoría de las personas, el nuevo coronavirus sólo provoca síntomas moderados, tales como fiebre y tos. Sin embargo, para algunos, en especial los adultos mayores y personas con problemas de salud preexistentes, puede causar enfermedades más graves, incluyendo neumonía. La gran mayoría se recuperan.
El legislador Alexandre Frota, otro aliado cercano que ahora critica al mandatario, presentó el jueves una solicitud de juicio político ante el Congreso. Bolsonaro no tiene una buena relación con el presidente de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia, pero es improbable que los legisladores sopesen un juicio político al presidente mientras el país es azotado por esta crisis.
Incluso su gurú intelectual, Olavo de Carvalho, un escritor brasileño conservador que vive en Estados Unidos, publicó un mensaje en Facebook en el que insinúa que Bolsonaro avanza por el camino equivocado y está mal asesorado.
“Desde el principio de su gobierno le dije al presidente que debía desarmar a sus enemigos antes de intentar solucionar cualquier ‘problema nacional’. Hizo lo contrario”, escribió Carvalho. “Lo lamento. Ahora podría ser demasiado tarde para reaccionar”.
El martes y el miércoles por la noche, los brasileños en diversas ciudades, incluyendo Sao Paulo, Río y Brasilia, protestaron contra Bolsonaro en una de las pocas formas posibles en una época de distanciamiento social: inclinándose desde sus ventanas y golpeando ollas y cacerolas. Algunos gritaron “¡Fuera Bolsonaro!”. Había promesas de más protestas de ese estilo mientras los brasileños estén en cuarentena.
Bolsonaro se quejó en Twitter de que los medios de comunicación no habían informado de una contraprotesta, también con ollas y cacerolas, en favor de su gobierno, la cual se llevó a cabo media hora después de la primera. Esa manifestación no fue tan sonora ni duró tanto, y las personas en edificios vecinos les gritaron a los que participaron.