El portaaviones nuclear USS Theodore Rooselvet forma parte de la flota más poderosa con que Estados Unidos realiza misiones cnocidas y secretas en todo el mundo. Cinco mil hombres y mujeres forman parte de su tripulación, en lo que constituyte prácticamente una ciudada flotante que, obviamente, se encuentra en estado de guerra permanente.
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Para llegar a ser capitán del gigantesco acorazado se necesita una carrera con todas las distinciones y, por cierto, la confianza directa del jefe de la Marina y del propio Donald Trump. Y el capitán Brett Crozier se sentía orgulloso de su misión como comandante del buque hasta que el temido coronavirus se puso en su camino en medio del mar.
Crozier fue relevado este jueves de su cargo de comandante en jefe del portaaviones nuclear al hacerse pública en la prensa una carta en la que expresaba su «miedo de que muchos de los marinos de l nave pudieran morir por la propagación del coronavirus entre ellos» y, directamente, reclamar medidas de auxilio.
No se hundió con su barco
Su carta en la que pedía ayuda se filtró al diario San Francisco Chronicle y provocó una tormenta mediática y política. «No estamos en una guerra, los marineros no necesitan morir”, escribió en su clamor para que se tomaran medidas, una vez atracados en el territorio de Guam. “Si no actuamos de inmediato, no nos ocupamos adecuadamente de nuestro activo más valioso, nuestros marineros”, denunció en la misiva que conmovió a millones de estadounidenses en plena crisis sanitaria.
La Marina no fue tan sensible como los lectores y simplemente lo sacó del mando del barco nuclear argumentando “pérdida de confianza”. El ex comandante no será exonerado de la Marina, sino que mantendrá su alto sueldo y probablemente seguirá «navegando», pero probablemente en algún computador de una triste y aburrida oficina de esa rama de las fuerzas armadas de Trump.