Jugar con los amigos, es sin duda, una de las cosas que más extrañan los niños al estar alejados de sus colegios. Un ejercicio realizado por la carrera de Educación Parvularia de la Universidad Andrés Bello de la sede Concepción recogió el testimonio de 114 niños y niñas, entre tres y 15 años para preguntarles ¿qué extrañan de la escuela/jardín/colegio/liceo?
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Las respuestas fueron variadas, pero el compartir con el resto de su curso y los amigos fue una mención recurrente. Por ejemplo, Clemente de cuatro años echa de menos “jugar con mis compañeros, estudiar con las tías, jugar al lobo y correr en el patio con los amigos”, mientras que Antonia, de siete años, extraña “los trabajos divertidos, jugar, conversar y reír”.
Martín, de cuatro, quisiera volver a estar con sus amigos, bailar, hacer tareas con las tías y abrazarlas y “jugar con las motos del jardín” y Maximiliano, de ocho, lo que más quiere es volver a jugar a la pelota con sus amigos. Belén de seis años, en tanto, dijo: “No extraño nada porque mandan tareas difíciles, quiero volver sólo para jugar”.
Entre los más grandes, las respuestas no son tan distintas. Valentina de 10 años extraña “estar en la sala, hablar con mis profesoras, con mis amigos, quedarme a extraprogramáticas en la tarde, la recreación, jugar y poder ver a todos” y Constanza, de 15, quisiera volver para “estar con mis compañeros, porque al final las clases siento que es lo mismo online que la escuela. Más que nada extraño del colegio estar con mis compañeros, jugar, hablar, todo eso”.
Escuchar sus voces
El ejercicio realizado a mediados de mayo entrega una señal de la especial preocupación que debe existir por escuchar a los más pequeños.
Karina Villarroel, directora de Educación Parvularia Unab Concepción, explica que “sin distinción de edad y nivel educativo, manifiestan que ansían verse, contar cosas, trabajar en grupo, inventar juegos. Extrañan juguetes, materiales, el patio y zonas de juego. Algunos manifiestan que extrañan aprender y hacer las tareas allá, ya que sienten que las clases en plataforma, las guías, los textos y materiales que les envían, no sirven”.
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Agrega que, hasta el momento, el debate en temas educativos lo han llevado adelante los adultos, sin considerar muchas veces las voces infantiles, pero que, precisamente, nada de lo que añoran ha sido resuelto con las clases “a distancia” y que “probablemente, todo esto lo podemos ofrecer en los hogares”.
“Las respuestas que nos dan, invitan a reflexionar como adultos educadores y familias. Niños y niñas extrañan convivir, estar y transformarse con otros, por eso no resulta extraño ver que esperan con ansias los momentos previos o posteriores a las clases, pareciese que ahí lo pasan mejor. Atienden más al WathsApp del curso para coordinarse, tomar decisiones, enviar stikers o memes, que a la exposición de la clase. Aparece más diálogo y problematización cuando deciden mostrar sus mascotas, al hacer videollamadas de perros, zoom de muñecas o al inventar juegos a distancia. Es como si estuvieran buscando recuperar el tan anhelado el tiempo-espacio del recreo, ese que permite juego, presencia y encuentro”, analiza la académica.
Los adultos, en tanto, siguen conectados con la escuela tradicional, asegura. “Nuestra experiencia de escolarización no nos deja ver lo importante: niños y niñas desean volver al colegio para sentirse presentes, sentir pertenencia, para acoger y ser acogidos, para conversar y jugar, y para esto no se necesita del espacio escolar. Las relaciones de reciprocidad que niños y niñas desean establecer, pueden recibir respuestas oportunas desde la compañía sin imposiciones que los adultos podamos ofrecer, desde nuestras aperturas y pausas, desde nuestro asombro frente a sus expresiones, sean estas conversaciones, creaciones, juegos, bailes, dibujos, preparaciones de alimentos o silencios”, expresa.
Por último, Villarroel comparte una reflexión en torno al rol de los adultos: “¿Acaso padres y madres podríamos hacer menos teletrabajo y escuchar más? Quizá sea posible cambiar las guías por experimentos con insumos disponibles en el hogar, tal vez se puedan emplear los chats para que los niños pongan en común sus juguetes y mascotas, probablemente desde un tema o proyecto puedan trabajar distintas asignaturas, acaso será posible aprender lenguaje y comunicación desde relatos y narrativas de cuarentena, o mejor aún ¿si preguntamos a niños y niñas cómo les gustaría aprender en estos tiempos? No lo sé, son ideas que emergen y que tienen como único fin que los adultos reconozcamos a niños y niñas en su cultura que los legitima”.